La joven abogada

Una joven estudiante italiana de apenas 94 años recién cumplidos, Adriana Jannilli, acaba de licenciarse en Derecho con notas brillantes por la universidad de Urbino. Ya tenía práctica de hincar los codos porque años atrás, en años aún más mozos, cursó lenguas orientales, materia que debe de tener sus dificultades para quienes no tienen los ojos rasgados, y luego ciencias políticas. Pero últimamente, en lugar de descansar disfrutando de una bien merecida jubilación como suelen hacer los de su quinta, le dio por el Derecho, animada, quizás, eso no me consta pero lo sospecho, por los embrollos jurídicos en que se halla metida casi siempre la vida pública en Italia. Berlusconi, líder carismático lo mismo en sacristías que en prostíbulos, marca el ejemplo que vuelve compatible el poder con los juzgados. Y Adriana, consciente de que el país necesita más y mejores defensores de la Ley, no ha dudado en invertir parte de sus ahorrillos y mucho de su tiempo libre para convertirse en uno de ellos. Ya es abogada. El propio rector de la Universidad le ha rendido honores a su esfuerzo e inteligencia con palabras emotivas que la han animado a seguir. Aunque ya tiene el título y la orla listos para colgarlos en el salón de su vivienda, todavía no se dará por satisfecha; digamos que no se siente realizada al cien por cien y ahora lo que hará es incorporarse a los cursos de especialización de la carrera en la propia Facultad.
Aún no tiene claro por cual se inclinará, quizás el Derecho Penal o tal vez el Civil, aunque tampoco descarta el Laboral ni el Constitucional. Se lo pensará estas navidades sin prisas y sin pausas y en enero volverá a las aulas donde ha encontrado a sus mejores amigos, jóvenes y ‘jóvenas’ veinteañeros que la admiran, la miman y jamás la excluyen como compañera de guateques, botellones y viajes de carrera. Para ejercer ante los tribunales se siente poco preparada todavía, pero eso es cuestión de tiempo y Adriana a sus 94 primaveras sabe que es mucho todavía el que tiene por delante.