Opinión

España y el desprestigio de la industria de los contenidos

Este es un país de artistas que desprecia el arte. La explicación es difusa, aunque quizá se relacione con algunas características tradicionales o históricas que España, parece incapaz de superar. En Irlanda, por ejemplo, la música es una de las industrias punteras del país. Lo mismo que en Reino Unido. Una circunstancia que quizá tenga que ver con que las baladas de aquel verde país se relacionan con la lucha por la independencia, con la defensa de la identidad de un pueblo oprimido por el invasor.

El flamenco podría ser un equivalente autóctono. Pero la historia de la música española por excelencia tiene poco que ver, en principio, con el heroísmo de los resistentes. Es más bien algo vergonzoso. Casi mendicante. Juergas de señoritos que le daban de comer al cantaor a cambio de unas bulerías nocturnas. Y, como eso, quizá todo. Otra rémora que proviene de ese franquismo que aún no ha olvidado la mayoría, ni siquiera esos conservadores que, aún hoy, definen con un vocablo de los setenta, ese de ‘progre’, a los actores y cantantes que no comparten su ideología. Así va a ser difícil cambiar el modelo económico del país.

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