Opinión

Reincidente

Los hay reincidentes como ellos solos, es cierto. El otro día una pareja de la Guardia Civil sorprendió en Ardua (Galicia) a un paisano de las proximidades conduciendo un tractor borracho como una cuba y sin carné. Mejor dicho, no lo sorprendieron conduciendo si hemos de escribir con precisión; lo sorprendieron embarrado y tembloroso en una cuneta al lado de su tractor despanzurrado, lleno de abolladuras y aún con el motor en marcha. Además de sucio y demacrado, el conductor estaba pálido y a duras penas acertaba a balbucear alguna que otra palabra. Cuando le acercaron el aparato para soplar en la prueba del alcohol, el hombre estaba tan ebrio tan ebrio que no era capaz de “insuflar aire suficiente para practicar una medición válida”, conforme reza en el atestado. Pero con todo, lo peor no fue eso; lo peor fue cuando los ordenadores de Tráfico, que tienen más memoria que yo cuando era joven y me aprendía la lista de los emperadores chinos, alertaron de que además de carecer del permiso para conducir vehículos de motor, el sujeto del tractor accidentado ya había sido condenado ¡siete veces! por lo mismo, o sea, por empinar el codo en exceso, sentarse luego al volante y convertirse, claro, en un peligro público en la carretera. Todavía hacía pocas semanas que un juez de Lugo lo había condenado con todas las agravantes, habida cuenta que el carné ya se lo habían retirado hacia dos años con una fuerte sanción económica. Ahora tendrá que volver a sentarse en el banquillo, en esta ocasión de un juzgado de A Coruña, donde la reincidencia quizás le lleve a prisión una breve temporada. Mientras tanto, quienes le conocen mucho temen que siga bebiendo como un cosaco aunque sólo sea para olvidarse de los problemas que le acechan, aunque bien mirado los problemas mayores son para los conductores y peatones que vayan a tropezarse con él.

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