No es verdad que todos los negocios están en crisis. La profesión más antigua del mundo resiste los avatares de la economía y desafía al futuro con nuevas iniciativas e inversiones. Estos días sin ir más lejos se inauguró en La Jonquera (Gerona), muy cerca de la frontera francesa, el mayor burdel de Europa. De algo podemos presumir.
El propietario, José Moreno, no cabe en sí de orgullo. Ya tiene algunas cuentas pendientes con la Justicia por tráfico de mujeres, mayormente de Brasil, y tuvo que vérselas con el alcalde de la ciudad que se oponía a la apertura del establecimiento, pero eso para un hombre de empresa como él poco o nada importa. Ha puesto mucha ilusión en su nuevo hiperburdel, el Paradise, y se siente feliz con su iniciativa. No es para menos. La superficie del establecimiento, instalado en una zona industrial de los alrededores, es de 2.700 metros cuadrados; ya digo, la mayor extensión continental al servicio del sexo. Cuenta con 80 habitaciones y una plantilla, todavía no cubierta al completo en espera de nuevas incorporaciones, de 160 profesionales del amor fugaz. Su emprendedor propietario confía en poder atender cada jornada laboral, sin las engorrosas esperas de otros puticlubs, a una clientela potencial de varios centenares de usuarios.
Los franceses del otro lado, siempre deseosos de echar sus canas al aire fuera del territorio nacional, garantizan el éxito en el que no se contemplan previsiones significativas de clientes locales. El resto del grueso de consumidores será sin duda el que aporten los transeúntes, mayormente camioneros, que con frecuencia aprovechan las horas reglamentarias de descanso al volante para un desahogo de la tensión acumulada en la carretera. Los expertos aseguran que El Paradise es más que un burdel, nada que ver con las casas de putas tradicionales, responde a un nuevo concepto del negocio del sexo que por más que se intenta, nunca ha sido superado por el carácter amateur que la liberación de las costumbres pareciera estar imponiendo.
