Hoy es el primer martes después del primer lunes de noviembre de año par y, por lo tanto, es día de elecciones en los Estados Unidos. No está en juego la Presidencia, eso no ocurrirá hasta dentro de un par de años, pero aún así la comparecencia de los norteamericanos a las urnas es importante para ellos y de rebote para todos nosotros. Los Estados Unidos empiezan a no ser lo que eran, cuando tanto les admirábamos y les odiábamos por su condición de dueños y señores del mundo, pero todavía ejercen una influencia extraordinaria en nuestras vidas y hoy la están perfilando.
Estas elecciones conocidas como intermedias van a renovar un tercio del Senado, la totalidad de la Cámara de Representantes y un buen número de gobernadores de los estados, además de escoger a una pléyade de cargos menores y de decidir sobre las cuestiones más variadas, desde la posible legalización de la marihuana en California, asunto de mucho calado, hasta otras más bien triviales, y más de una verdaderamente peregrina.
Pero por encima de todo, el interés que despiertan estos comicios lo centra Obama, el presidente surgido de una popularidad cuya aureola da la impresión que se diluye de manera galopante ante algunas frustraciones, la impotencia frente a la acumulación de problemas y la caza y captura a que desde el primer día le tienen sometido los más reaccionarios y fachas del lugar. Es un acoso implacable que usa de la mentira con una facilidad realmente nauseabunda.
La corriente ultra conservadora Tea Party no soporta tener un presidente de tez oscura, ellos que van de rubios y pálidos de rostro por la vida y no cejan en el empeño de acosarle hasta conseguir derribarle. Las elecciones de hoy serán un anticipo de las posibilidades que vaya a tener dentro de 24 meses para la reelección. No pinta bien ni para el futuro de Obama ni para la evolución conciliadora del país. Habrá que trasnochar para saber cuanto antes lo que de alguna manera nos espera incluso a los que no somos norteamericanos.
