Opinión

La venganza del poeta y el turno de los novelistas y los editores

Para la mayor parte de los poetas vivos españoles, la discusión sobre Internet, las descargas y las fuentes de financiación de la industria cultural es algo baladí, en general y, quizá, morbosamente placentero para los más resentidos, que quizá los haya. Hace años que los poetas no pueden vivir de la poesía, las editoriales ni se plantean pagarles, y que los únicos libros del género que se venden pertenecen a autores muertos, con parientes y editores rentistas, que son de lectura obligatoria para los bachilleres.

De otras fuentes de ingresos, como las letras de canciones ni hablamos. Los ‘pijos’ del pop y el rock español, publicitados por los suplementos culturales cantan ahora en inglés. Por éso la llegada de las tabletas y de las descargas ilegales de best sellers y novelas les preocupa poco. Más bien, en cierto sentido, sería un nuevo tipo de ‘justicia poética’ que proporciona su propia medicina a una industria que tanto ha luchado por deshacerse del apellido cultural.

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