Opinión

Atención al público

De tanto en cuánto las asociaciones de consumidores sacan unas encuestas en las que se pone a caldo a los servicios de atención telefónica. Seguro que cada uno tenemos alguna anécdota suficiente como para pedir la condena perpetua a los responsables de esos laberintos telefónicos en los que nunca resuelven nada pero pasas varios minutos escuchando música de ascensor mientras de un ignorante te pasan a una incapaz. Todos ellos sin nombre, sin rostro, sin capacidad de captar la sonrisa, la ironía, o la urgencia.

Nunca antes habíamos tenido tantos servicios de atención al público y nunca antes nos habíamos encontrado tan solos. En realidad el público les importa una higa, lo que quieren es dar imagen de modernidad y de proximidad al cliente. Cuanto mayor es el laberinto creado menor es el deseo de solucionar las quejas que se plantean. Habría que calcular cuántas horas se pierden al día llamando a esos números absurdos que, a su vez, te remiten con un “responsable” que pide que metas la cabeza en el congelador para decirle el código de barras del aparato.

El servicio más absurdo de todos es el de la DGT donde te aparece una sicofonía grabada que actualiza el estado de las carreteras cada quince años, aproximadamente. Pero no nos quejamos, todo nos parece bien. Y, si al leer este artículo le ha parecido una información entretenida pulse almohadilla, si no tiene teléfono móvil pulse su nariz, para el resto de casos espere que baja un ángel y le atiende en persona. Gracias por haberse puesto en contacto.

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