Opinión

La cruda realidad

Se acabó agosto, con sus sobresaltos financieros y sus presagios de meses peores, y nos estamos encontrando con la cruda realidad de un otoño lleno de angustias y problemas. Los problemas son tantos que en una de estas las cosas dan un vuelco y de repente todo vuelve a ser brillante y prometedor. Algún resquicio de ilusión hay que mantener abierto para paliar la depresión que causa el retorno de unas vacaciones accidentadas pero, por lo menos, soleadas y bendecidas por el Papa. La economía, para qué recordarlo, no muestras síntomas de mejorar ni la evolución permite pensar que se recupere la cuenta corriente ni que se empiece de nuevo a crear empleo.

El Gobierno presentará reglamentariamente el proyecto de presupuestos cuyo interés en vísperas electorales se intuye escaso. En la política todo girará en torno a lo que pase el 20 de noviembre. Las elecciones tienen un favorito claro pero hasta que no se cuenten las papeletas nada se puede dar por seguro. También parecía claro en 2004 cuando se anticipaba el triunfo de Mariano Rajoy y luego resultó que el ganador fue Rodríguez Zapatero. Aunque haya quien lo niegue, yo creo que los españoles somos mayorcitos y nuestro derecho a pronunciarnos en las urnas lo reservamos hasta el último momento.

Mientras, insisto, seguirá la penuria económica con la vista puesta en las reuniones de Bruselas, las cumbres entre Sarkozy y Merkel, y la espera por una decisión europea firme y decidida de plantarle cara a la crisis y a sus beneficiados, los dichosos mercados. Los males nunca vienen solos, bien sabido es, y a los problemas que enfrenta el mundo financiero, en buena medida por la falta de previsión de los gobernantes, hay que sumarle la triste circunstancia de habernos atrapado con la generación de dirigentes más mediocre y de vista más corta en muchos años. Es, sí, la cruda realidad que ofrece el regreso. Paciencia y barajar, vendrán tiempos mejores, no se me ocurre decir otra cosa.

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