La expropiación de YPF por parte del Gobierno argentino ha levantado gran polémica en España. Mi jefe ha opinado al respecto resaltando dos puntos: el primero, que Repsol no ha sido capaz de ver que han cambiado las cúpulas de poder y por eso ha pasado lo que ha pasado, y el segundo, que hay que echar en cara a Argentina no haber respetado su propia firma en los negocios.
El que me paga considera que Repsol creía que los Eskenazi, sus socios, eran un seguro eterno contra los tejemanejes que tienen lugar en los círculos políticos argentinos. Y no han contado con el ascenso al poder de Máximo Kirchner (el hijo de Cristina Fernández y Néstor), que junto a una especie de Rasputín llamado Axel Kicillof, han trazado el plan de expropiación de YPF con la intención de forrarse. Y en eso están.
Además, mi jefe dice que en Argentina sucede lo que ya relatan las citas bíblicas al hablar de plagas: existen ciclos de entre siete y diez años al final de los cuales una panda de millonarios locales empiezan a sacar todo lo recaudado del país. Que pregunten en Sotogrande.
