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Dinero público para los agujeros privados…

Vivimos en una época extraña, en la que la mayoría parece aceptar, ente la resignación y la furia, que el dinero público se convierta en el maná salvador de los negocios privados fallidos. No hay que remontarse muy atrás en el tiempo para observar este curioso fenómeno que sucede desde que empezó la crisis actual y sigue sucediendo en este mismo momento.

Los ejemplos proliferan, pero quizá uno de los más evidentes pueda apreciarse en la manera en la que el Banco Central Europeo (BCE) actúa para asegurarse de que los bancos de la zona euro, tengan toda la liquidez que necesitan. Se trata evidentemente de dinero público, porque es el conjunto de la sociedad quién a la institución prestamista.

En el caso concreto de las entidades financieras españolas, sin ir más lejos, la autoridad monetaria de la Eurozona les ha proporcionado ingentes cantidades de dinero, de tal modo que, según los últimos datos oficiales correspondientes al cierre de agosto, el saldo vivo de este torrente crediticio asciende a 388.736 millones de euros.

Pues bien, estos fondos de rápida disposición y cuantía casi ilimitada, sólo sirven para ayudar a los bancos, que son entidades privadas con ánimo de lucro, a solucionar sus problemas de solvencia y no para lo que tendrían que servir: para que los ciudadanos tengan acceso a los créditos que necesitan, o para incentivar la economía y generar puestos de trabajo.

Estamos pues, sumergidos en una espiral incomprensible e infernal en la que las pérdidas privadas se tapan con dinero público sin que los políticos elegidos por los votantes para que les representen y les protejan hagan nada por evitarlo. Por el contrario, algunos de ellos, hasta parecen trabajar de un modo extraordinariamente concienzudo para que esta paradójica e inaceptable situación se haga perpetua.

Y si volvemos a España, nuestros representantes electos han dado ahora en preocuparse por la entelequia catalana que tiene más de cien años de historia y que, como puede apreciarse tras un somero paseo por los libros de historia, suele vivir sus momentos de máxima tensión en coincidencia con los periodos en los que se generalizan las dificultades económicas de la población.

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