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Mirando a Obama

Esta semana, vamos a tomarnos un respiro de las miserias económicas y políticas nacionales, aprovechando que hoy nos encontramos en la jornada de reflexión de las elecciones catalanas. Vamos a dejar descansar también a los malandrines que con sus tropelías y su mala gestión arruinaron las entidades de crédito españolas y vamos a hablar de Obama.

Aunque eso no significa, como hemos escrito en reiteradas ocasiones en esta columna, que no aspiremos a que los procesos judiciales en curso, u otros que tendrán que ponerse en marcha, no sirvan para que unos cuantos paguen por los delitos que han cometido tras recibir esas sentencias ejemplares que, sin duda, recaerán sobre ellos.

Pero, la trascendencia para el mundo civilizado de lo que pueda dar de sí ese segundo que los estadounidenses han concedido a Barack Obama, un hombre que ya ha hecho historia en su condición de primer inquilino afroamericano que ha llegado a la Casa Blanca, también merece que le dediquemos alguna reflexión.

Lo cierto es que el presidente, aún no ha tomado posesión formal de lo que será este segundo periodo de cuatro años que tiene por delante, lo que no hará hasta el próximo 1 de enero y, sin embargo, ya hace tiempo que empezaron los análisis y las especulaciones sobre lo que puede dar de si. Los hay que llevados por una fe inquebrantable hacia un hombre de cuyas virtudes políticas podría incluso dudarse, están convencidos de que este Obama reelegido será mucho más contundente que el anterior a la hora de poner en práctica el ideario político que se le supone.

Incluso hay quien vaticina que las medidas de corte social que van a llegar a partir de ahora van a mostrar muchas y muy interesantes similitudes con las históricas estrategias que definieron la época dorada de Roosevelt. Cierto es que no puede decirse que vaya a ser fácil lanzar un programa de este tipo, pero los bienpensantes es lo que tienen que no se arredran ante las dificultades que la realidad puede poner en su camino.

De momento y mientras se confirman o no estas intuiciones, resulta interesante fijar la atención en la identidad de ese futuro secretario del Tesoro que vendrá a sustituir a Timothy Geithner. Es evidente que si el elegido es otro hombre de Wall Street podría anticiparse que no van a producirse muchos cambios en las exigencias de transparencia y rigor que resultan aún fundamentales para asegurar el control y el buen funcionamiento de los mercados y el sistema financiero. Y quizá no sería una buena noticia porque esa es una de las grandes asignaturas pendientes que Obama tendría que aprobar en su segundo mandato.

Otro nombramiento clave a la hora de intuir los derroteros por los que previsiblemente transcurrirán los pasos del inquilino de la Casa Blanca en el próximo cuatrienio es el del secretario de Estado, la cartera que ocupa ahora Hillary Clinton y que quizá deje vacante para preparar su segundo intento de llegar a la presidencia de la nación. Aquí lo relevante, claro, es si el perfil del elegido le sitúa entre los halcones o las palomas de la política exterior porque así quedarán perfectamente definidas de la estrategia que piensa aplicar Washington en este campo.

Sin embargo, los analistas más enterados de lo que es verdaderamente relevante en los amplios pasillos de la capital del Imperio creen que lo más interesante será conocer desde el principio cuáles son las vinculaciones de este político con las grandes industrias del país: la armamentística, la energética y la financiera. La gigantesca deuda exterior del país y su necesidad de mantener su preeminencia militar mundial como aval de última instancia para sus dólares, hacen que estos elementos resulten más decisivos para la suerte del mundo en los últimos cuatro años que los propios avatares de la política interna de EEUU.

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