Opinión

Cristina Cifuentes

Diego Carcedo, periodista

Cristina Cifuentes, delegada del Gobierno en Madrid, me cae bien, no quiero ocultarlo. Y lo digo casi sin conocerla personalmente. Sólo hable con ella en una ocasión y me pareció simpática, inteligente, interesante y… demócrata, porque eso sigue contando por mucho que nos pese. Representa a esa derecha moderada que no añora tiempos pasados que algunos se empeñan en conservar en alcanfor, que no canta el Cara al Sol ni siquiera en la intimidad ni saluda brazo en alto, cual carcomeros de guardia, en los actos de su partido.

En la represión, ella dirá conservación del orden, de algunas manifestaciones de indignados quizás se le fue la mano autorizando barra libre a los guardias, pero en líneas generales sus actuaciones son correctas, incluyen el diálogo, y si no se muestra más flexible a menudo me consta que es porque cumple los mínimos de las órdenes que llegan de arriba. Estos días está pasándolo mal, luchando por su vida puesta en peligro en un accidente.

Le deseo como es lógico que se recupere pronto, que la veamos este otoño sin secuelas y conservando la sonrisa que siempre la acompaña en sus manifestaciones. Lo mismo que le deseo, por el bien, primero de todos los ciudadanos y, después, de ella misma, que su carrera política continúe ascendiendo y que en las confrontaciones que habrá de superar entre los suyos, se imponga a otros correligionarios cuyo talante es muy diferente.

Imagino que en la UVI no se habrá enterado de las manifestaciones que algunos trabajadores de La Paz promovieron para recriminarle que no acudiese a curarse a un hospital privado en vez de estar usufructuando los servicios de uno público. Creo que fue una protesta de muy mal gusto para la sensibilidad de todos, porque ella estaba inconsciente y al borde de la muerte, y porque precisamente la razón principal de la medicina pública, que otros gobernantes “populares” de Madrid se quieren cargar es estar al servicio de todos.

Cristina Cifuentes, en mi opinión, lo que merece es agradecimiento general por el ejemplo de haber escogido un hospital público y mi felicitación por el acierto. Los hospitales públicos ofrecen un buen servicio, mejorable como todo, pero sin atisbo alguno de interés empresarial en el balance que ante todo debe contemplar las prestaciones a los pacientes y sólo después la cuenta de resultados económicos.

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