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St. Vincent

St. Vincent

St. Vincent Severed Crossed Fingers by St. Vincent on Grooveshark

¿Otra vez toca un disco grabado por una chica? Pues sí. Parece que los primeros tres meses de 2014 van a quedar marcados por la aparición de un buen puñado de álbumes de artistas femeninas que se sitúan claramente por encima de la media y que, al menos en mi opinión, hacen que el año tenga un aspecto estupendo musicalmente hablando. Y, este nuevo trabajo de la guitarrista tejana Annie Clark, denominado ‘St. Vincent’, igual que el seudónimo con que ella se presenta en sociedad, contribuirá mucho a que esas buenas sensaciones, anteriormente descritas, se consoliden entre los aficionados al pop contemporáneo más exquisito.

Por acabar con el capítulo de coincidencias, conviene señalar desde ya que este cuarto intento de lograr el éxito masivo de esta extraordinaria instrumentista vuelve a estar producido por John Congleton, un componente habitual de su equipo que, además va a ser una firma recurrente en alguno de los discos más importantes del año. Sin ir más lejos, la semana pasada hablábamos en este mismo espacio del último trabajo de Angel Olsen, otro excelente disco salido de la factoría de este espectacular ingeniero de sonido que se caracteriza por respetar al máximo el estilo de los artistas con los que trabaja.

Por eso era, sin duda, la persona ideal para acompañar a Annie en la elaboración de este trabajo, pensado para conseguir, por fin, que la fascinante música de esta artista llegue a los públicos masivos con los que debería encontrarse, se abra un hueco en las pista de baile y supere los estrechos, pero prestigiosos límites, de la intelectualidad neoyorquina que, hace tiempo que la tenía adoptada como su mascota favorita de esta temporada.

Su colaboración de 2012 con David Byrne, un buen disco y una potente gira que pudimos ver hace unos meses en España, ya constituía una interesante tarjeta de presentación. Es cierto que hay algunos aromas de la música de este viejo zorro y de Talking Heads, la banda seminal que fundó en los ochenta, en estas nuevas canciones de St. Vincent. Pero solo es una influencia más dentro de las múltiples fuentes de las que se ha nutrido esta mujer que es por encima de todo una guitarrista fuera de serie y que en lugar de haberse dedicado a hacer discos llenos de solos incendiarios tocados a mil por hora, enfundada en una colección de trajes ajustados de cuero ha preferido hacer canciones interesantes.

Otras influencias notables, que se aprecian para bien en unos arreglos sorprendentes y arriesgados, son la de King Crimson -en especial la formación de la década de los ochenta en la que militaban dos guitarristas excelentes, (Robert Fripp y Adrian Belew)- y la del tío de Annie, ese virtuoso del jazz a quien conocemos con el nombre de Tuck Andrews, y que debe estar muy orgulloso de tener una sobrina como esta.

Por eso no conviene dejarse engañar por esa portada futurista donde Annie luce una imagen que parece diseñada por el equipo de estilistas de Bjork, ni por los timbres usados en las orquestaciones en las que se apuesta a conciencia por los sonidos inusuales y la electrónica, casi como si estuviéramos ante una grabación de los Kraftwerk, adaptada a los gustos de los melómanos del siglo XXI. Este disco tiene algo de eso, pero también grandes dosis de funk, músculo ‘bluesy’ y algunas de las mejores melodías que quien esto escribe ha escuchado en lo que va de año.

E incluso algunas evocaciones y referencias bien visibles que pueden hacer las delicias de los más veteranos de la casa. Como esas curiosas coincidencias de pocas notas, pero que despiertan la memoria que Annie parece haber deslizado en algunas canciones a modo de homenajes inesperados a algunos clásicos de siempre. Por ejemplo, hay algo de los furiosos Cream (Clapton, Baker y Bruce) y su ‘Sunshine of your Love’, en la parte final de ese ‘temazo’, llamado ‘Huey Newton’. También unas gotas del más puro estilo Bowie (el de ‘Ashes to Ashes’), en ‘I Prefer Your Love’ y, luego mucho Beatles, mucho Prince, y unas cuantas cosas más que les dejo descubrir a ustedes solitos.

Como los años no perdonan, a mi este ‘St. Vincent’ me ha conquistado por sus ‘felices’ medios tiempos. A estas alturas del partido mi favorita es ‘Prince Johnny’, en la que Annie nos describe a una suerte de ‘gurú sexual del nuevo milenio’. Pero puede que ‘Severed Crossed Fingers’, la preciosa canción que cierra el álbum le gane la partida dentro de poco. Sin embargo, habrá quien prefiera canciones menos ‘sensibles’ y se quede, por ejemplo, con ‘Rattlesnake’ o ‘Birth in Reverse’, los dos trallazos consecutivos con los que se abre el álbum.O quien se quede con ese grito desesperado de traiciones y amores perdidos que es ‘Psychopath’.

Porque esa es otra de las grandes fortalezas de este disco: la variedad en las propuestas. Al mejor estilo de los grandes álbumes de otras épocas, Annie ha eludido repetirse. Hay, por supuesto, un hilo conductor en lo musical y una forma de encarar las letras, que sugieren más que dicen, moderna y, a veces, provocativa que le presta unidad al conjunto. Pero, aquí no pasa, como en otros discos recientes que parecen componerse por una sola e interminable canción de tres cuartos de hora.

Perdonen que me repita pero es hora de que tiren de una vez su lector de ‘mp3’, está mucho más pasado de moda que mi ‘Casiotone’ y dejen de utilizar los teléfonos para escuchar música. Digan lo que digan los de Apple esos aparatos no se fabricaron con esa intención. Sería un crimen escuchar este joya de disco que nos ha entregado St. Vincent en esos chirriantes formatos comprimidos, porque la cuidadísima producción que ha mimado cada sonido sólo brilla adecuadamente en la versión de vinilo, cuando la aguja se desliza sobre el plato.

Y hasta se pueden comprar un ‘equipito´ como el que tiraron a la basura en los noventa en cualquier gran almacén. Vuelvan al buen camino analógico que nunca debieron abandonar y aprovechen la oportunidad de disfrutar la gran música que están produciendo ahora artistas tan estimulantes como Annie Clarke, una guitarrista de lujo que le hubiera encantando al mismísimo, Jimi Hendrix.

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