Recortes sociales

Gobierno inocente

El Ejecutivo no está ni se le espera, o si está mayormente es para decorar el banco azul del Congreso o presidir los funerales de Estado en La Almudena. Tenemos un Gobierno inocente a carta cabal, alabado sea. La sociedad sufre mil y un problemas, los males acechan tras cualquier esquina, pero el Gobierno no es culpable de nada. Tal parece que no está ni se le espera, o si está mayormente es para decorar el banco azul del Congreso o presidir los funerales de Estado en La Almudena. Ante las críticas y reivindicaciones sociales es inocente; ni siquiera pasaba por ahí. Los culpables son otros, así que ¡a por ellos!

Que hay parados, pobres de solemnidad, niños que pasan hambre, ¡hombre, por Dios! Cáritas exagera, es de la Iglesia de Rouco pero exagera. Además, que recibe del Estado subvenciones, así que, ¿por qué no está callada? Lo de los niños lo explicó Ana Mato quizás después de comprobar que en el garaje de su casa no había ningún coche sin estrenar: miles de niños están debiluchos porque los padres no les proporcionan una dieta equilibrada, no porque sean pobres, ¡qué va! Y sin son pobres, no es culpa del Gobierno que gobierna para ser ricos.

Y que los niños españoles sean los últimos de la clase de PISA, es un decir lo de la clase, pues otro tanto de lo mismo. No es culpa del Gobierno que recorta los presupuestos de enseñanza y no dota las aulas de medios pedagógicos. La culpa es de los profesores — ¿de quién va a ser si no? – que les enseñan mal y con desgana. ¡Ah! Que cada vez hay menos profesores, peor pagados y más cargados de trabajo, pues que se jod… con perdón.

Y si no, que se manifiesten menos y que no reivindiquen tanto. El Gobierno no tiene culpa de nada; si de algo se le puede acusar es de afanarse porque nuestra sociedad avance sin descanso en el retroceso al pasado que sus seguidores añoran. Cuando llegue el momento de reinstaurar la Sagrada Inquisición, volverá a presumir de su gran éxito al servicio de las libertades. Mientras tendrá que seguir administrando la modestia y seguir aguantando la verborrea de los protestones de siempre. Habrase visto, ¡coño

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