Detrás de la cortina

Podemos y el regreso de la democracia

El éxito electoral de Podemos ha contribuido a rescatar la democracia. Los ciudadanos vuelven a confiar en el poder del voto para cambiar las cosas. Parecía imposible, pero se está produciendo. Casi siete años después de que estallara la durísima crisis en la que España sigue sumergida, los ciudadanos vuelven a confiar en la política. Es un proceso lento y paulatino, que tiene que ver con la aparición de caras nuevas sin ninguna relación con el antiguo y desacreditado ‘establishment’ que, a la vez, lentamente va desapareciendo del primer plano forzado por el descrédito acumulado y su falta de respuestas ante los problemas.

Los síntomas se habían detectado antes, quizá, pero, sin duda, el punto de inflexión que ha acelerado los cambios que se presagiaban en el ambiente, ha sido el éxito electoral de Podemos, la formación liderada por Pablo Iglesias, en las últimas elecciones europeas.

Estos supuestos radicales imbuidos en una ideología totalitaria, según sus críticos, han conseguido que los votantes vuelvan a creer en las urnas, se aparten del consabido discurso de que ‘todos son iguales’ y estén dispuestos a ejercer su derecho a elegir unos representantes políticos adecuados.

En definitiva, resulta que la aparición de opciones situadas, en principio, más allá de lo que tradicionalmente ha venido considerándose como ‘el sistema’, ha contribuido a reforzar unas instituciones que estaban siendo dinamitadas desde dentro por unos políticos que han ocupado durante muchos años el poder sin preocuparse, lo más mínimo, de trabajar por el bienestar de los ciudadanos y sólo entregados, o eso parece creer una amplia mayoría de la población, a actuar en provecho propio.

Y, en una situación como esa, la supervivencia de los partidos tradicionales está en peligro, porque ya sólo vale una regeneración completa. Un proceso que sólo puede ser creíble si desaparecen todas aquellas figuras relacionadas con el régimen de corrupción y las iniciativas de desmantelamiento del estado del bienestar que se han vivido en los últimos años.

Pero, el proceso sólo podrá ser creíble si esa operación limpieza está acompañada por la exigencia de responsabilidades a los culpables de conductas delictivas o moralmente reprobables. Porque ya no hay otra posibilidad.

Sin un verdadero proceso de caza, capturar y erradicación de la corrupción y los corruptos nada será posible ya. En parte, el éxito electoral de Matteo Rienzi en Italia, con un programa que tampoco se aparta demasiado de la ortodoxia socialdemócrata tiene que ver con este fenómeno. Los ciudadanos le perciben como el hombre que ha enterrado a Berlusconi y ha acabado con las componendas de una política cómplice con el ‘austericidio’.

Y, sin duda, su decisión de mostrarse inflexible con el alcalde de Venecia, Giorgio Orsoni, tras ser detenido acusado de corrupción ha reforzado más su proyecto que ninguna otra de las que ha tomado desde que se convirtió en primer ministro de Italia.

Esa es una lección, dura y difícil de aprender, que los rivales de estos movimientos emergentes, los representantes de esa ‘casta’ que se resiste a ser desalojada del poder tendrán que aprender más pronto que tarde. Amigos, el regreso de la política al escenario es ya un hecho, porque nunca estuvo desacreditada, sólo lo estuvo una forma de practicarla. Y hay unas cuantas cosas que no van a valer ya.

Por ejemplo, y volvemos ahora a centrarnos en España, las dos estrategias favoritas tanto del PP como del PSOE en los últimos años. Mirar para otro lado cuando aparece la corrupción en campo propio y usar permanentemente la descalificación del contrario para justificar las miserias de los allegados.

Sucede que, en contra de lo que pasaba hace unos meses, los ciudadanos desean volver a votar. Y lo más rápido posible. Y esta vez saben lo que quieren conseguir. Quieren que el poder de las urnas termine para siempre con toda esa podredumbre.

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