En Madrid, algunas lenguas con fama de viperinas, que se mueven habitualmente por el entorno del sector financiero, cuentan la historia de que para algunos responsables políticos, con cierta experiencia bancaria, los reyes magos habrían llegado ya.
Se han adelantado unos meses, será en verano y no en navidades cuando reciban un regalo que quedará completo en poco menos de un trimestre. Todo surge del pacto de reforma de la Ley de cajas. De esas cajas que se parecerán mucho a un banco, cuando aparezcan los propietarios de las nuevas cuotas participativas con derechos políticos que se podrán emitir desde el lunes. El intermediario de sus majestades de Oriente será algún banco de inversión con contactos internacionales que, desde ya, anda a la caza de los accionistas que completarán el cuadro.
El perfil ideal es el que responde al típico inversor institucional estadounidense con poca experiencia en el activismo accionarial. Es decir, un par de buenos fondos de pensiones a la Calpers que cobren su dividendo, hagan caja y molesten más bien poco al presidente.
