Economía

El Gobierno, presionado para que abra la mano en la salida a Bolsa de Bankia

La salida a Bolsa de Bankia tiene que producirse sí o sí. Hay mucho dinero en juego. Dilatadas minutas que justifican casi un ejercicio. Por eso, ese grupo reducido de profesionales al que se considera en los circuitos políticos de la capital de España como la réplica exacta de los grandes lobbys que se mueven en Washington acelera en estos días y utiliza toda su capacidad de presión sobre el entorno del Gobierno para que facilite la salida a Bolsa del nuevo banco de Rodrigo Rato y José Luis Olivas.

Son los consultores, los auditores y los despachos de abogados que se mueven en el entorno de esta operación. Ellos no arriesgan su dinero. No invierten. Pero si la operación no se realiza tampoco cobran. Y no están los tiempos para perder un negocio tan redondo. Según fuentes consultadas por este diario, que reclaman el anonimato, el nerviosismo es creciente. Y seguirá siéndolo hasta pasado mañana. Hasta que llegue la confirmación de que los inversores institucionales están interesados en participar en la colocación. Aunque haya que tirar hacia abajo un poco más de lo previsto del precio.

Ayer se supo la cifra máxima de la banda 5,05 euros, cantidad que se traduciría si todo sale según lo previsto en una capitalización bursátil de 8.749 millones. Pero si fuera menos, si el precio final quedara muy por debajo de este, tampoco pasaría nada, según se argumenta en el entorno de los grupos de presión. Lo único importante es entrar en el Ibex 35 lo antes posible para aprovecharse del tirón de las compras automáticas que realizarían los fondos que replican en sus carteras la composición del selectivo español.

Desde otros ambientes políticos no se comparte esta visión. Se extiende la posición, quizá un tanto demagógica, de que la operación puede tener un alto coste en imagen para el PSOE, el partido que aún Gobierna. Perder mucho a cambio de nada y por solucionar un problema provocado por gestores absolutamente ligados al PP. Al final queda en el aire la idea de que como las cajas eran de todos, pero no eran de nadie, los mismos que provocaron la crisis van a actuar como intermediarios para vender a precio de saldo a unos pocos ese patrimonio común. Eso sí, garantizándose unas retribuciones muy altas para el presente que puedan resolverles su futuro personal.

Pero siempre están los mercados como amenaza latente para nutrir los argumentarios. Los lobbystas españoles argumentan también, en estos días convulsos en los que se ha disparado la prima de riesgo y el euro parece tambalearse, que si la colocación de Bankia no sale aumentará la desconfianza de los inversores internacionales y la recuperación económica se alejara más por la posibilidad de un estrangulamiento del crédito.

Por eso, si hiciera falta, el estado tendría que garantizar o avalar los activos dañados que quedan en el banco malo. A estas razones, los críticos oponen otras. Lo que sucede con los inversores internacionales es que la desconfianza ya ha cundido. Desconfianza ante unos gestores que fueron los mismos cuyas malas prácticas bancarias provocaron esta situación y desconfianza ante un modelo que se desconoce.

Pero en esta recta final del proceso, que tendrá el viernes un nuevo escollo si se publican las pruebas de resistencia europeas aún pueden pasar muchas cosas. Nosotros seguiremos informando.

Más información