Especial XXII Aniversario

Pescanova y Reyal Urbis: los concursos de acreedores despueblan la Bolsa española

Pescanova y Reyal Urbis. Dos viejas gigantes de la Bolsa española que hoy son punta de lanza de una epidemia que asola el parqué madrileño: los concursos de acreedores. La Bolsa española se seca. A lo largo de este año nada menos que cinco compañías cotizadas han perdido esta condición bajo el peso de sus compromisos de deuda. El cierre del crédito bancario, lejos de animar a las empresas a dar el salto al parqué, ha ido despoblándolo a golpe de concursos de acreedores. Pescanova y Reyal Urbis son sólo la punta de lanza de una epidemia que amenaza con seguir extendiéndose.

El abanico de empresas en las que invertir en el Mercado Continuo español se ha vuelto a reducir en este ejercicio 2013. El talón de Aquiles de la economía española y sus empresas, que no es otro que su abultado endeudamiento, ha dejado profundas heridas en el parqué madrileño. Mientras que cada vez son más las compañías que sucumben bajo la carga de su pasivo, la inestabilidad de los mercados a escala global previene a otras empresas de aventurarse a dar el salto a la Bolsa. Ni tan si quiera como antídoto a la fuerte restricción crediticia decretada de forma unánime por la banca.

Un endurecimiento en el acceso al crédito que en el caso de Pescanova se adereza con unas prácticas empresariales de más que dudosa legalidad. Tanto que buena parte de su cúpula directiva ha sido imputada por presuntos delitos de falsedad documental, manipulación contable y uso de información privilegiada. La debacle de la pesquera gallega, que prácticamente de un día para otro pasó de ser la niña bonita de las medianas capitalizadas españolas a entrar en concurso de acreedores ha sido sin duda para los analistas el gran fiasco bursátil del año.

Las saneadas cuentas de las que presumía el equipo de Manuel Fernández de Sousa, ya expresidente de la compañía, han resultado ser un espejismo. La realidad de la empresa pasaba por deudas por el doble de lo declarado, hasta 3.674 millones de euros. Un más que abultado pasivo que, según los cálculos de varios auditores externos, da lugar a un agujero patrimonial de nada menos que 1.667 millones. Una situación en la que una abultada quita -que podría rondar el 75% de los créditos- se contempla como única tabla de salvación para una compañía que lleva suspendida de Bolsa desde el pasado marzo.

Otra vieja gigante que ha dejado a miles de inversores, institucionales y particulares, en la estacada ha sido Reyal Urbis. La inmobiliaria tiene el dudoso honor de haber protagonizado a comienzos de año el segundo mayor concurso de acreedores de la historia empresarial española con una deuda que alcanza los 4.345 millones, según los últimos recuentos. La total falta de negocio en los últimos años para un sector duramente golpeado por la crisis económica, que en este caso se acompaña del ‘pinchazo’ de la burbuja del ladrillo, terminó por obligar a la compañía a solicitar voluntariamente la intervención del juez con el fin de esquivar las reclamaciones de unos acreedores que llevaban tiempo sin ver atendidos los pagos de sus préstamos.

Prueba de la especial debilidad que atraviesa el sector inmobiliario es que otra de sus representantes en el parqué madrileño también se ha caído de él en los últimos meses. Se trata de Renta Corporación, la firma catalana para la que trabajó el marido de María Dolores de Cospedal, ha sido otra de las que ha sucumbido a la falta de liquidez para afrontar sus préstamos. Cuando la compañía solicitó el amparo del juez el pasado marzo defendió estar al corriente de pago de todas sus deudas, pero reconoció carecer de fondos para seguir cumpliendo con acreedores. Ni su asiduidad a la dación en pago salvó los muebles de una de las cotizadas favoritas de los inversores de perfil más cortoplacista y especulativo del parqué madrileño.

Dos compañías más completan la lista de ‘abandonos’ de la Bolsa española: Sniace y La Seda de Barcelona. Aunque la complicada situación financiera de ambas compañías sí era de sobra conocida por inversores y analistas, su concurso ha congelado la inversión de miles de carteras. Los coqueteos de ambas firmas con la quiebra las había convertido en sus últimos tiempos en Bolsa en apuesta estrella de los especuladores, que manejaban sus gráficas de cotización a placer a golpe de rumor. Finalmente, las dos sucumbieron al peso de su deuda salpimentado con unos crecientes impuestos de actividad en el primer caso y por una encarnizada lucha entre accionista y acreedor mayoritario en el segundo.

Por si los concursos de acreedores no hubieran sido suficientes para mermar el número de compañías cotizadas en el parqué madrileño, la fiebre por las OPA de exclusión también ha hecho su parte. Este año, tres compañías se han retirado del Palacio de la Plaza de la Lealtad gracias a poco generosas ofertas de parte de sus accionistas mayoritarios aprovechando los bajos precios de cotización que se marcaban a principios de año. Corporación Dermoestética se fue en junio a manos de su presidente, José María Suescun, y apenas un mes después le llegó el turno a Vueling, ya filial al 100% de IAG, el holding que agrupa a Iberia y British Airways.

A medio camino entre estas dos y las anteriores se encuentra la retirada bursátil de Metrovacesa. Los viejos acreedores de la inmobiliaria, que se convirtieron en accionistas mayoritarios de la cotizada en el año 2010 a través de una abultado canje de deuda por acciones, aprovecharon los bajos precios de la compañía y la posibilidad de que se ganase millonarios contratos del proyecto Eurovegas para dar el golpe de talonario definitivo y acabar con 72 años de trayectoria bursátil a fuerza de la enésima OPA de exclusión.

Otra que ha salido de las pantallas de los gestores este año, y ya van nueve, ha sido Banco de Valencia. La centenaria entidad levantina marcó su última sesión el pasado julio tras meses asfixiada en la cota del céntimo por acción, que no le permitía más que cotizar en la subasta de cierre de cada sesión. Su entrega a CaixaBank previo descuento para hacer más llevaderas las fuertes pérdidas acumuladas por el valenciano acabó con el que había sido valor de referencia de la Bolsa de la Capital del Turia.

La única excepción a la regla de la constante sangría de compañías cotizadas ha sido Liberbank, que optó por la salida a Bolsa como vía de escape frente a la posibilidad de haber terminado rescatada con dinero público y, por tanto, intervenida por el Banco de España. Tanto es así que su debut ni siquiera fue fruto de una colocación de acciones, sino de una puesta en circulación de las acciones que los viejos preferentistas de sus cajas de ahorros fundadoras -Cajastur, Caja Cantabria y Caja Extremadura- recibieron en canje por sus viejos y polémicos papeles de deuda.

De momento, no parece que ninguna compañía se esté planteando la puesta de largo para los próximos meses en Madrid. Mientras tanto, la celebración de funerales vía suspensión de negociación podría seguir a la orden del día en el mercado español. Las inmobiliarias Quabit y Urbas, la tecnológica Amper, la productora Vértice 360º y Codere, la de los juegos de azar, ven correr en su contra el reloj del pago de deudas mientras su facturación sigue estancada o a la baja. Cementos Portland, Endesa y Tavex suenan desde hace tiempo como blanco de sendas OPA de exclusión que dejarían aún más despoblado al madrileño Palacio de la Bolsa, falto de nuevos inquilinos a pesar de esfuerzos como el Mercado Alternativo Bursátil (MAB) para pymes.

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