Internacional

El FMI critica el nuevo plan para rescatar el euro

Algunos sectores del Fondo Monetario Internacional (FMI) han criticado duramente el último plan de rescate planteado para Grecia que, en teoría, debe involucrar a los acreedores privados -principalmente bancos- en el mismo. La agencia Dow Jones ha informado que desde ciertos despachos de la institución prestamista supranacional se argumenta que actualmente los bancos no sufrirían ninguna quita de deuda helena, y que por tanto la deuda de Grecia no sería sostenible, lo que quiere decir que sin esa quita el país mediterráneo no podrá hacer frente a todos sus pagos, por lo que el Fondo, haciendo caso de su propia normativa, tampoco se verá capacitado para seguir ayudando a Atenas.

Esta nueva polémica ha trascendido debido a la airada respuesta que Charles Dallara ha realizado ante estos comentarios. Dallara es un importante directivo del Instituto Internacional de Finanzas (IIF, por sus siglas en inglés), cuya cabeza más visible es Josef Ackermann, consejero delegado a su vez de Deutsche Bank, uno de los bancos alemanes con mayor exposición a la economía del país mediterráneo.

En realidad, ha sido la respuesta de Dallara la que ha puesto sobre la pista de la postura que mantienen algunos miembros del FMI que no han sido identificados a los mercados internacionales. «Ya se ha dejado claro que Europa, y no sólo los acreedores privados, pusieron sobre la mesa su compromiso para que Grecia siga apoyada por el FMI, y ese acuerdo fue alcanzado por todos los que se encontraban en ese momento en la habitación», ha asegurado el representante de la patronal bancaria mundial, señalando directamente al propio Fondo como culpable de querer echarse ahora atrás, puesto que Christine Lagarde, actual directora de la institución, se encontraba en esa habitación al igual que Ackermann.

El acuerdo alcanzado la semana pasada por Bruselas fijaba en 109.000 millones de euros las nuevas ayudas a Atenas para que Grecia pueda hacer frente a sus costes de financiación en los próximos años. También se acordó que los acreedores privados mantuviesen sus exposición al país mediterráneo, mediante un aplazamiento del vencimiento de los bonos soberanos que tendrían en su poder o mediante la adquisición de nuevos bonos en sustitución de los que vencen próximamente. Todo ello va por detrás de unas ayudas aprobadas en mayo de 2010, valoradas en 110.000 millones de euros.

Parte de todas esas ayudas corren a cargo del FMI, que ahora ha declarado que si los acreedores privados no asumen una quita (por ejemplo, aceptar el cobro de 80 millones de euros por un bono que les hubiese reportado 100 millones de euros en un principio) no mantendrá su presencia en los paquetes acordados.

La normativa del Fondo impide implicarse con países que no vayan a poder devolver las ayudas, y una de sus varas de medir para conocer la solvencia de un estado es el ratio deuda PIB que tenga. El dato de Grecia no es optimista: un 142% actualmente y con perspectivas de llegar al 170% el año que viene. Es la potencia de la zona del euro más endeudada con diferencia, seguida por Italia, que tiene un ratio de deuda PIB del 120%.

«La sostenibilidad de la deuda es, para mí, un concepto poco científico», ha respondido Dallara, criticando directamente la constitución interna que rige el Fondo. Para él, el concepto más importante es el dinero que le quedará a Grecia si el país no tiene que pagar en el tiempo establecido la deuda que mantiene el sector privado, y ello -asegura- podría llevar a un crecimiento económico que reduzca el ratio deuda PIB heleno, con el tiempo, hasta el 100%.

Además, Dallara ha recordado al Fondo que, tal y como ya le comentó en un encuentro al recién nombrado ministro de Finanzas heleno, Evangelos Venizelos, la participación de los bancos acreedores en el rescate planteado tal y como lo está ahora reducirá los costes de financiación de Atenas desde los 38.000 millones de euros anuales a 28.000 millones de euros anuales, por lo que en dos años el Tesoro griego podría regresar a los mercados.

El encontronazo entre Dallara y el FMI llega, por tanto, a la hora de saber qué tipo de participación es la de los acreedores privados. El FMI insiste en una quita. Dallara defiende una recompra de bonos por parte de los países de la zona del euro. Es decir, que Bruselas pague íntegra la deuda que Grecia debe a los bancos, y luego se entienda directamente con Atenas sobre una quita de la misma. Así, dice Dallara, los bancos se comprometen a cobrar más tarde el dinero acordado, aunque no verán reducida en modo alguno la cantidad.

Mientras estas discusiones tienen lugar, Lagarde ha dado su primera conferencia en Nueva York pidiendo una remodelación estructural del Fondo que implique mayores recursos financieros para hacer frente a los diversos frentes de esta crisis y a las que estén por venir en un futuro.

En este contexto han sucedido también un par de hechos significativos.

El primero es la mala cara que ha puesto la banca portuguesa al enterarse de que deben participar con 12.000 millones de euros en el rescate de Portugal (valorado en 80.000 millones de euros). Un rescate que servirá, de paso, para sanear sus cuentas. Sin embargo, los grandes banqueros lusos han respondido que no están de acuerdo con las condiciones, que no pretenden aportar ninguna cantidad y que, por lo tanto, no quieren que parte del rescate esté destinado a sus arcas. Eso sí, han exigido al Gobierno de Portugal que les pague en su lugar los 50.000 millones de euros que les debe en su conjunto.

Además, hace unas horas el ministro de finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, ha comentado la posibilidad de que los países rescatados por Bruselas (hasta el momento; Grecia, Irlanda y Portugal) cedan parte de su soberanía a la zona del euro. Y ha defendido, además, que la continuidad de la divisa única no es viable sin al menos una expulsión. Esta clase de declaraciones realizadas desde Berlín suelen tener lugar cuando la rentabilidad de sus bonos a diez años se aproxima al 3%, con el objetivo de reducir esa cifra en perjuicio de las rentabilidad con las que cotizan los países periféricos.

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