Especial XXII Aniversario

CiU pierde su hegemonía en la política catalana por la deriva soberanista de Artur Mas

El presidente de la Generalitat, Artur Mas, está cada vez más inquieto. Su fuerte apuesta por el soberanismo en Cataluña, puede costarle mucho más cara de lo que preveía. La partida empezó mal desde el principio. La decisión del president de disolver el Parlamento catalán y convocar elecciones anticipadas en septiembre de 2012 resultó un fiasco para su partido.

Tras dos meses de campaña electoral y la correspondiente votación de noviembre algo quedó claro: los catalanes empiezan a pensar seriamente en su independencia, pero Artur Mas no es el líder que prefieren para que les conduzca a ella.

Tampoco CiU, según parece. Aquellos comicios aún se saldaron con una victoria de la coalición que ha dominado la política catalana, y ha sido pieza fundamental de la española, durante los últimos cuarenta años. Pero fue una victoria amarga.
El histórico partido de Jordi Pujol que ha gobernado Cataluña casi siempre obtuvo 50 diputados, 12 menos de los que tenía. Por el contrario, ERC, claramente independentista, y el socio de la apuesta soberanista de Mas, dejó de ser el hermano pequeño.

Se convirtió en el segundo partido de la autonomía con 21 escaños. Más del doble de los que tenía, hundiendo más aún de paso a unos socialistas que, en todo este tiempo, no han sido capaces de recuperar el paso.

La gran mayoría soberanista que Mas pidió a los ciudadanos para avanzar hacia la convocatoria de un referéndum soberanista llegó, o más o menos, pero a un precio demasiado alto para su coalición. En ese mismo momento, empezaron las tensiones y los desencuentros entre Durán y Mas.

El líder democristiano ya se había mostrado tibio en la Diada de 2012, el gran movimiento nacional que supuso el principio de todo, y muy poco de acuerdo con que CiU alimentara un incendio independentista que él no creía conveniente.

Y, desde entonces el panorama no ha hecho más que empeorar para CiU. Las encuestas marcan ahora una clara ventaja de ERC y un hundimiento casi irreversible de CIU. Justo el peor escenario posible para un político como Mas, debilitado, cuestionado, y con menos capacidad de negociación de la que le gustaría tener para presionar al Gobierno de Madrid y a Mariano Rajoy.

Quizá porque con su estrategia, y por el hecho de gobernar en solitario con el apoyo de ERC, el partido de Oriol Junqueras ha podido beneficiarse de la fiebre independentista sin verse perjudicado por la aprobación de los recortes sociales que sí ha tenido que aplicar y defender CiU, para cumplir con unos objetivos de déficit, que el exige Madrid, pero también le reclama Europa.

Y, por cierto, Bruselas, desde donde han llegado mensajes muy claros de que Cataluña no podría mantenerse en la UE si se separa de España, ha sido otro gran obstáculo para CiU y su presidente, cuya base social, no quiere quedarse fuera de este selecto club. Algo que no parece importar tanto a los votantes de ERC que son independentistas, pero también izquierdistas en muchos casos.

Por eso, Artur Mas quiere que ERC se implique en el Gobierno, apoye la aprobación de los próximos presupuestos y concurra a las Europeas en una candidatura conjunta con CIU. Pero quizá no lo logre.

La prensa catalana sólo ve un problema en este plan a medio plazo, que contaría con el apoyo del líder de ERC, Oriol Junqueras, e incluso con la aquiescencia de Josep Antoni Durán i Lleida y los moderados de Unió: La posibilidad de que los independentistas catalanes quieran mantener su alianza no escrita con Sortu, su partido hermano de Euskadi.

Si eso ocurre, Unió se bajaría del barco. E incluso podría plantearse ir a la europeas de la mano del PNV, como CiU ya ha hecho otras veces. Lo cierto es que la irrupción en el drama de los independentistas vascos ha venido a incrementar, y mucho, la tensión que ya existía entre CDC y Unió.

No solo eso. Un sector de Convergencia también se siente incómodo con el buen ambiente que hay entre Sortu y ERC. Una circunstancia que, según publicaba el diario ‘El País’, casi provoca un hecho histórico, porque los diputados de CDC y los de Unió estuvieron a punto de votar separados, ante la decisión de los independentistas catalanes de apoyar una moción presentada por los vascos.

Al parecer, algunos parlamentarios de Convergencia estaban dispuestos a votar a favor y mostrar así al mundo la existencia, en el mismísimo Parlamento español de un bloque independentista unido e integrado. Al final, tuvo que intervenir el propio Mas, para llegar a un compromiso entre partes que permitió que la moción se votara por epígrafes y que todos los parlamentarios de CiU votaran a favor de algunos y se abstuvieran en otros.

Pero, el descubrimiento, extrañamente tardío de las tendencias izquierdistas de ERC, puede tener consecuencias en CiU y, si Junqueras no rompe con Sortu, parte de los planes de Mas, explicados al principio de este artículo tendrían que aplazarse.

Una opción que ´aterra’ al president, según explican portales web reputados de estar cerca de la sensibilidad del empresariado catalán como Economía Digital, que no quiere que las urnas, aunque sean de tan poca importancia como las de las elecciones europeas, dejen claro lo evidente: Su apuesta soberanista sólo ha servido para fortalecer a ERC y desatar una sangría de votos en CiU que no parece tener fin.

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