El trato a los delincuentes no hay quien me lo explique. A unos sospechosos se les pasea esposados ante las cámaras y a de otros, en cambio, hasta se ocultan sus siglas a la prensa. Acabo de leer la historia, mejor dicho la hazaña, de un conductor que el otro día fue trincado por un radar en una carretera comarcal de Madrid a 189 kilómetros por hora, velocidad propia de un as de la Fórmula 1, tal que Fernando Alonso, y en un circuito. Pero el conductor anónimo, ¿por qué?, no ensayaba en circuito alguno sino, como ya he escrito, en una carretera secundaria y en un trayecto limitado a 90 kilómetros por hora. Iba, por lo tanto, al doble de lo permitido, volando bajito más que corriendo. Se ve que el infractor llevaba prisa, eso quizás no se le pueda negar. Pero hombre, después de circular por una carreterucha mesetaria a 189 kilómetros por hora yo creo que el sujeto bien merecería una foto entrando en el cuartel de la Benemérita y desde luego su nombre en letras de molde para que quedase perpetuado en los anales de la barbaridad, de la irresponsabilidad y de la temeridad. Y no sólo por su vida, que ese es un asunto mayormente de su incumbencia, pero si para la de los demás que muy bien podrían haberse cruzado o visto adelantados por semejante cafre del volante. Parece que van a caerle, eso sí, seis puntos del carné — no me parecen muchos, la verdad, yo se los quitaría todos hasta que sus prisas se calmen –, y, eso ya lo veo mejor, varios años sin poderse sentar ante un volante. De momento el coche quedó inmovilizado por la autoridad y el infractor tendrá que apoquinar 520 euros de multa aparte de cumplir unos meses de cárcel que le vendrán muy bien, no tengo dudas, para perder las prisas. Aunque no está bien alegrarse de los males ajenos, me alegro, sí, por el bien que me toca al no tener que tropezarme en una carretera con semejante peligrosidad durante algún tiempo. Pero me gustaría, eso sí, conocer su foto, nombre y apellidos para si un día me lo encuentro, echarme a la cuneta.
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