Detrás de la cortina

Podemos ataca al PP para impedir el tripartito que ansía Ciudadanos

Pablo Iglesias e Iñigo Errejón responden a los ataques externos con una estrategia destinada a evitar que el PSOE pacte con los populares si Mariano Rajoy cae. “¿Dónde estabas tú en 1991?” Esa es la pregunta con la que empieza uno de los últimos videos que los responsables de las redes sociales de Podemos han publicado en el perfil oficial de Facebook del partido. La pieza audiovisual continúa con un rápido repaso a los ‘hitos’ de aquel lejano año, han pasado ya 25 desde entonces, en el que Miguel Indurain ganó su primer tour y todavía ni siquiera se habían celebrado las Olimpiadas de Barcelona.

Sin embargo, la actual presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, supuesta representante de la ‘nueva política y la regeneración del PP, se estrenó como diputada en la Asamblea regional. El mensaje ‘podemita’ es simple pero efectivo. Cifuentes ha estado siempre en los alrededores de esos entornos presuntamente corruptos que dirigieron la formación conservadora en la capital en esos tiempos y escribieron sus páginas más negras.

Y no se trata sólo de ‘disparar’ contra Cifuentes, que también. Los estrategas del partido morado difunden un mensaje adicional. El problema del PP no se arregla con un cambio de líder. Salvo que pudiera demostrarse fehacientemente que el actual presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, tenía una relación directa con la corrupción estructural de su partido -indirecta es evidente que la tiene-, el argumento de que su salida de la primera línea sería suficiente para que resultara factible que los conservadores se integrarán en el pacto de Gobierno que intentar armar PSOE y Ciudadanos no sirve, porque no hay ningún recambio ‘no contaminado’ a mano.

Cualquiera de los líderes actuales que suelen aparecer en las quinielas como posibles sustitutos de Rajoy tienen lamparones en la chaqueta. Incluida la vicepresidenta del Gobierno Soraya Sáenz de Santamaría que parece haber borrado de la carrera tras el estallido del caso ‘Acuamed’.

El aviso para navegantes está bien traído y se complementa, además, con el incesante goteo de nuevas revelaciones sobre el estilo habitual de gestión del dinero público y las relaciones sociales que, al parecer, ha caracterizado al PP durante todas las etapas que ha ocupado el poder. Los ingeniosos ‘urdidores’ de las frases cortas que triunfan en Twitter de que dispone Podemos tienen material de sobra para su fuego a discreción. Por ejemplo, volver a recordar que once de los catorce ministros del primer gobierno de Jose María Aznar, el gran símbolo conservador, están ahora imputados.

Y las perchas de dónde colgar esta bonita frase tampoco paran de aparecer siempre renovadas y flamantes. No hace falta recurrir a las informaciones de semanas pasadas, casi cada día hay alguna perla y montones de ostras. Ahora puede explotarse, por ejemplo, la lista de desatinos que acumuló la famosa Fundación Arpegio o retomar el aroma clásico de la historia del ático de Ignacio González, que los jueces han vuelto a situar en el centro del escenario.

Es un mensaje efectivo y transversal que ‘cala’ sin problemas entre una población a la que le resulta muy difícil pasar página. Sobre todo, porque aún no ha rodado ninguna cabeza. Y más de uno tiene la impresión de que, en realidad, nunca van a rodar. Los propios entornos conservadores parecen de acuerdo en que el paso al lado de Artur Mas no es razón suficiente para volver a confiar en los partidos independentistas.

El ‘soberanismo’ sigue siendo lo que era con Carles Puigdemont como presidente de la Generalitat y no se puede pactar, ni aceptar abstenciones o votos favorables, con las ‘formaciones que quieren romper España’ en ningún caso. Entonces, ¿qué cambiaría en realidad si Mariano Rajoy en el PP dejará su puesto a otro dirigente? La respuesta a esta pregunta no está precisamente en el viento.

La nueva estrategia ‘podemita’ es también efectiva porque ni las bases, ni los simpatizantes, ni la mayor parte de los votantes del PSOE vería con buenos ojos que Pedro Sánchez se convirtiera en presidente acercándose al PP gracias a la mediación diplomática de Albert Rivera, cuyo partido Ciudadanos fue sometido a un proceso de crecimiento acelerado con el único objetivo de frenar a Podemos y que, no lo olvidemos, tiene una postura absolutamente beligerante contra las huestes de Pablo Iglesias. El trabajo de Rivera es hacer posible el famoso ‘tripartito’ de la casta y procurar que se mantenga viva e inalterada la política económica de los últimos años. Ya se sabe que son ‘neoliberales’ y quizá no haya nada malo en ello.

Pero es bastante dudoso que a un votante socialista le parezca adecuado que su partido se ‘manche’ todavía más de lo que ya está al regresar a los caminos por los que empezó a transitar José Luis Rodríguez Zapatero. De hecho, la supuesta ‘pasokización’ del PSOE y su caída en desgracia como alternativa de poder tiene que ver con eso. Con haber asumido sin problemas unas políticas económicas en las que se defienden intereses que van en contra de aquellos que tiene su verdadera base de votantes.

Asumir las recetas de la derecha en esta área y maquillarlas con unas cuantas medidas sociales para despistar a la concurrencia es la quintaesencia del populismo más barato. Y, para su desgracia, el personal ya sabe mucho más de lo que parece sobre el resultado final de estas maniobras de ‘trilerismo’. Es obvio, amigos, la bolita siempre va a quedarse bajo el ‘otro’ vaso.

Así que Sánchez va a tener que definirse más pronto que tarde sobre este particular y, como era de esperar, no lo va a hacer en un entorno favorable ni desprovisto de presiones. Y, como acaba de demostrar el reciente congreso de UGT donde el candidato ‘oficialista’, Miguel Angel Cilleros, ha sido derrotado por su rival Josep María Alvárez catalán y defensor del ‘derecho a decidir’, puede que en unas elecciones la cosecha de votos de centroderecha permita al PSOE hacerse con el poder, pesa a la constante traición a sus supuestos principios que han realizado siempre, pero, hoy por hoy, convencer en casa y ganarse a la parroquia progresista les va a resultar una tarea casi imposible si resbalan otra vez.

Por lo tanto, como decíamos al principio, Podemos ha vuelto a las raíces y ha situado al PP en la diana de sus ataques políticos para afrontar esta nueva fase de la larga partida postelectoral. Y también de paso para recuperar la iniciativa perdida, porque esta semana también ha sido dura para el partido de Iglesias y Errejón.

Las contradicciones internas de los ‘morados’ se han manifestado con más violencia de lo habitual y han devenido en presuntas crisis territoriales. Algunos analistas de Internet, como Enric Juliana o Iñaki Gabilondo, coinciden en señalar que este proceso de enfrentamientos entre representantes de distintas posturas es el resultado lógico de la maduración acelerada por la que pasa ahora un partido ha crecido a velocidad vertiginosa en sólo dos años.

Y también en que esa crisis ha sido amplificada hasta el infinito por los medios afines al PSOE que tratan de dar la impresión de que existe una gran división entre los ‘podemitas’, una crisis de tal calado que podría ‘terminar’ con la organización.

La exageración es evidente, pero, como se ha percibido con claridad, el malestar existe y no es un buen síntoma, ni sus manifestaciones llegan en el momento más oportuno posible. Porque también ‘cala’ en el territorio ‘podemita’, la idea de que van a permitir un ‘gobierno de derechas’ si se mantiene el supuesto ‘bloqueo’ a Pedro Sánchez. Sobre todo entre los electores de más edad, aquellos a los que Podemos no consigue seducir y sin los que su pretensión de convertirse en la fuerza hegemónica, el instrumento de ‘los de abajo’ para darle la vuelta a la tortilla no llegara jamás a hacerse realidad.

Al final, ese símbolo que sigue siendo Manuela Carmena, a pesar de los errores de ‘novata’ cometidos, quizá haya vuelto a dar en el clavo cuando dice que no se puede ‘insultar a un partido amigo al que necesitas’. De momento, los ‘podemitas’ parecen haber vuelto a ‘elegir’ como enemigo prioritario al PP.

Tal vez pronto, a los socialistas no les quede otro remedio que hacerlo también. Y a lo mejor tienen que esforzarse más para ejercer como mediadores efectivos entre Podemos y Ciudadanos, porque por mucho que se vaya o se quede Rajoy parece que a los conservadores les hace falta pasar una buena temporada lejos del poder para regenerarse de verdad.

O eso cree la mayoría de los ciudadanos españoles que si hace cuatro años puso en sus manos el poder absoluto, en esta ocasión han votado preferentemente a otras opciones. Porque el único partido que, de verdad, ha ganado las elecciones es el que representa a quienes quieren ver a los conservadores fuera de las instituciones durante un tiempo. Y ni Sánchez ni Rivera deberían olvidarlo. Tampoco Iglesias.

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