Opinión

El creador de Citigroup se defiende en ‘The New York Times’

Antes de la catástrofe, casi era un mito. Sandy Weil, el creador de Citigroup, el hombre que contribuyó más que ningún otro a destrozar los límites impuestos por las glass-steagall a la industria bancaria estadounidense. Hoy se le considera más bien un jefe astuto del grupo de delincuentes que organizó la mayor estafa financiera de la historia para arruinar al mundo entero en su propio beneficio. Eso sí, supo irse en abril de 2006, con las acciones del banco a 40 dólares. Un precio que multiplica por 12 el que tienen ahora. Un guarismo, por el que según dice ahora habría que dividir también su fortuna tras la hecatombe.

Esta es ahora su principal línea de defensa. Sandy Weil no está de acuerdo con el puesto que los acontecimientos actuales parecen haber reservado para él en los libros de historia y ha escrito, con la ayuda de un especialista, una autobiografía en la que justifica lo que hizo e intenta quedarse al margen de la evolución que tomaron las cosas tras su salida del banco. Sólo tenía acciones de Citi dice. Y bonos del Tesoro. En una proporción del 50% para cada activo. No las vendió cuando era evidente que todo se iba a pique. Por eso es más pobre. Pero también por eso aspira a la absolución de la historia.

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