Opinión

Mejor a pie

Algunos ayuntamientos, mejor dicho algunos alcaldes, quieren limitar la velocidad en las ciudades a treinta kilómetros hora. La explicación es sencilla y, de partida, convincente: hay que evitar los atropellos de peatones que siguen siendo frecuentes a pesar de las pérdidas de puntos que la velocidad conlleva. Zaragoza ya se ha anticipado a adoptar tan drástica medida, de momento en las calles de una dirección. Ignoro el resultado que les estará dando: primero, en lo de evitar accidentes, y segundo… en lo de recaudar más en multas. Porque, según los mal pensados, que suelen ser los que aciertan, de lo que se trata es de aumentar los ingresos en unos tiempos en que las arcas de los municipios se hallan extenuadas. No sé si será verdad ese segundo, inconfesado y prosaico objetivo pero hay guardias municipales que lo aseguran; la orden que tienen es sancionar, sancionar, y sancionar a diestro y siniestro, y la experiencia que uno tiene, lo confirma. Se tira de taco de multas con una facilidad pasmosa y los cobros se han agilizado de manera sorprendente. La recaudación por sanciones debería tener objetivos distintos del resto de los ingresos, por ejemplo mejorar el sistema de señales que en nuestro país es desastroso, rotular las esquinas con los nombres de las calles para que los conductores no tengamos que pararnos a mirar por donde van, o tal vez para tapar tantos baches como la crisis, aliada con los temporales, está generando. Pero no parece que sea así, no. El dinero de las multas se suma a un fondo común que sirve para sufragar los gastos de protocolo, las ferias y fiestas y otras dispensas de los señores ediles. Circular a treinta por muchas calles de las grandes ciudades será una desesperación para los conductores, una prueba de resistencia para los motores, un incentivo para el espesamiento de los atascos y una justificación para llegar tarde al trabajo y, por fin, un estímulo para hacer los recados a pie. Paciencia.

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