Tras conocer las últimas noticias sobre el plan de rescate a Grecia preparado por la UE, algunos comentaristas aseguraban que no se sabe si algo, o alguien, habrá contribuido a hacer entrar en razón a la cancillería alemana que viene dando muestras de un nacionalismo inquietante desde el principio del colapso bancario mundial. Probablemente no merezca la pena emplear demasiado espacio en recordar que Angela Merkel fue la última que se enteró de los problemas del sector bancario germano que ha necesitado ingentes cantidades de dinero público para reflotarse y sólo ha podido exhibir unas cuentas saneadas, con algunos beneficios, gracias a los créditos fiscales.
Alemania necesita, y mucho, de la bonanza de los países de su entorno. Es una nación exportadora cuyos principales socios comerciales son, en primer término los países de la eurozona y en segundo lugar los del resto de la Unión Europea, conjunto de naciones que se constituye en el destino del 70% de las ventas de productos alemanes en el exterior. Y eso, sin hacer hincapié sobre el efecto más que negativo que tiene para la eurozona la estructura productiva germana.
