Opinión

Patriotismo sin chequera

La chequera y el patriotismo no suelen llevarse bien. Los ricos de todas partes habitúan exaltar los valores nacionales del terruño donde tienen sus raíces, pero cuando ven peligrar la suerte de su dinero son los primeros que salen corriendo en busca de destinos menos gloriosos pero más seguros. Es lo que está pasando estos días en Grecia, el país al que agobian las desgracias financieras. Nada nuevo por otra parte: mucho helenismo remansado en las convicciones de la derecha, mucho alardear del simbolismo de la Acrópolis, pero sólo mientras la cuenta corriente no corra riesgo. El Gobierno de la derecha griega dejó hace unos meses las finanzas públicas hechas una braga y llegada la hora de deshacer el entuerto, grave entuerto vive Dios el que Karamalis le legó a su eterno rival Papandreu, a los magnates que se habían beneficiado de la crisis en gestación, les faltó tiempo para ponerles alas a sus millones y cobijarlos patrióticamente en el extranjero. Lejos de arrimar el hombro para que sus riquezas contribuyan a paliar el desastre nacional, lo que están haciendo es esquilmar las reservas sin preocuparles gran cosa que detrás venga el diluvio, o sea, la quiebra del Estado. Ocho mil millones de euros, que es una pasta gansa enmarañada en ceros, parece que los griegos con posibles -los pobres bastante tienen con llegar a fin de mes – han extraído de sus bancos para mandarlos a entidades foráneas donde estiman que van a tenerlos mejor guardados. ¡Habrase visto, coño! Una sinvergonzonería de magnitudes gigantescas. Y lo peor es que sus protagonistas no son delincuentes de entrar y salir en las comisarías, no: son respetables ciudadanos que van por la vida predicando ley y orden, trabajar más y protestar menos; es decir, moral estricta para los demás, y justicia severa para los ladrones de gallinas que se empeñan en cenar todos los días sin disponer de unos céntimos para pagar la cuenta.

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