Opinión

Malditas vuvuzuelas

Los sudafricanos han hecho un gran esfuerzo para que el Mundial de Fútbol 2010 sea un éxito, y hay que reconocerles por anticipado que lo están consiguiendo, y agradecérselo de paso. No es fácil una organización tan compleja y tan cara sobre todo en los tiempos de crisis que corren. Y están demostrando que saben organizar y controlar.

Me encanta que los agoreros que pronosticaban meses atrás un fracaso como la copa de un pino no hayan acertado. El Mundial está discurriendo bien y convirtiéndose en un excelente escaparate de las posibilidades de incorporarse a la modernidad que tienen los pueblos africanos si se les abren cauces para ello. Enhorabuena. Lo que no me está gustando nada, lo que se dice nada, o sea que me está molestando mucho, son las malditas vuvuzelas que atruenan en los estadios e impiden seguir la transmisión de algunos partidos sin poner a prueba la capacidad de nuestros tímpanos y por supuesto, sin poder seguir las narraciones de los periodistas encargados de relatarlos.

Las tales vuvuzelas no aportan nada positivo ni al ambiente ni al folklore local; sólo incomodidad a los espectadores y afición al ruido por el ruido sin ritmo ni gracia. ¿Quién coño habrá sido el inventor de semejantes instrumentos de tortura? Seguro que se está haciendo rico estos días a costa de nuestra salud auditiva.

Los pitidos de las vuvuzelas no aportan nada digno, ya digo, de valorar positivamente: por no poner ni siquiera ponen color ambiental a la alegría de los nativos que acuden en masa a ver los partidos, a animar a las selecciones foráneas con todo el respeto, y a demostrarle al mundo, chirridos de vuvuzelas aparte, que Sudáfrica sufrió mucho con el aparheid pero se ha olvidado y sus gentes quieren vivir y disfrutar en paz sin ningún género de resentimiento racial.

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