Opinión

La crisis de agosto

Agosto llega con calor y ganas de descanso. Quien más quien menos aspira, en el peor de los casos, en el caso de tener que quedarse por aquí, a disfrutar una ciudad sin atascos ni colas. Pero eso en esta ocasión mucho me temo que no va a responder a los cánones tradicionales.

Muchos madrileños, por hablar de lo que tenemos más cerca, aseguran que este año, las vacaciones serán en casita, con algún paseo al parque y unas horas de sol si acaso en la terraza para coger color. La crisis no invita a consumir gasolina por esas carreteras de Dios ni a dejarse la pasta en cañitas frías en el ‘chiringuito’ de la playa. Las cosas están muy achuchadas y hasta empiezan a resurgir de nuevo los botijos como herramienta barata para matar la sed.

Para todos están achuchadas. Quienes más lo están notando son los cantantes y grupos musicales cuyos contratos han caído en picado lo mismo que los cachés que un tiempo atrás pagaban los ayuntamientos y comisiones de fiestas sin rechistar por sus actuaciones. Eso era antes, ahora los ayuntamientos no tienen un duro y además de regatear y regatear, después demoran lo que no está escrito para abonar la cuenta. Las fiestas de ciudades y pueblos están más apagadas, las cafeterías menos concurridas y los restaurantes vacíos.

En Madrid son muchos los restauradores y cantineros que este verano no se tomarán vacaciones. No está la cosa para echar la persiana e irse a sestear al campo. Hay que aguantar al pie de las barras con la confianza de que entre algún cliente cuya factura ayude a pagar los gastos generales del establecimiento, que esos nunca cierran con la canícula. Septiembre, que está a la vuelta de la esquina, pinta mal y quien más quien menos quiere tomar previsiones para enfrentarlo con los menores agobios posibles.

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