Opinión

Líos de familia

La familia está muy bien para celebrar los cumpleaños pero no tanto cuando hay que repartir herencias. En cuanto surgen dinero o propiedades por el medio, el cariño se vuelve del revés y comienzan a saltar chispas entre abuelos, hermanos, cuñados, padres y demás familia. La actualidad internacional la monopoliza en Francia la señora L´Oreal, y aquí en España, donde el eco hasta de los conflictos es más corto, la tenemos estos días centrada en unos cuantos líos familiares con muchos millones por el medio que el personal ajeno sigue casi con tanto morbo como los líos conyugales de Belén Esteban.

Hasta la familia Avalos anda en litigios sonados por unas piedras de supuesto arte que el artífice del Valle de los Caídos ha dejado sin catalogar en su atelier. Lo mismo que le ocurre al siempre afónico Luis Llongueras a quien una hija respondona, Esther, intenta ponerle vía burofax de patitas en la acera de algunas de sus peluquerías. ¡Cómo es la gente, tú! Y eso por no hablar, o escribir que para el caso da lo mismo, de los Alvarez (don David y vástagos) que cualquier día de estos van a tener que ocupar a unos cuantos agentes de su Eulen a vigilar su seguridad de su propio entorno.

El reparto de los bienes de Cereceda está resultando más complicado que la negociación para ponerle fin a la guerra de Afganistán. Casi tan accidentado como la gestión de las galletas Gullón de nuestros desayunos, donde gestor, madre e hijos, ignoro si también el Espíritu Santo, se pelean cual habitantes mal avenidos de patio de vecindad. Y es que, la empresa familiar suele funcionar bien pero – lo explica Vidal Martín, un experto – en un horizonte de treinta años. Luego, generalmente con la segunda o tercera generación, la familia que hace negocios unida suele acabar a torta limpia.

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