Opinión

Acercando políticos

Dice la propaganda de RENFE que el AVE acerca a la gente y debe de ser verdad porque el otro día vi con mis propios ojos una fotografía en la que aparecían, hechas una piña aunque no diría que en amor y compaña, las personas que en nuestro país suelen mostrarse más refractarias a retratarse juntas.

Eran políticos, claro, de ideologías diferentes aunque con el declarado objetivo común y siempre disimulado de buscar lo mejor para todos los españoles. Los había reunido el tren en su nueva ruta entre Madrid y Valencia, que desde ahora podemos hacer en poco más de hora y media. Allí, presididos por el Rey Juan Carlos, bajo cuya sombra desaparecen los tiquismiquis aldeanos de las guerras políticas cotidianas, el presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero; el principal aspirante a mandarle al paro, Mariano Rajoy; la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, muerta de la risa, y muy cerquita, a suficiente distancia, su compañero de partido el alcalde de la ciudad, Alberto Ruiz Gallardón; el presidente de la Generalitat de Valencia, Francisco Camps, con un impecable terno, ignoro si uno de los de autos; el ministro de Fomento, es decir, del ramo, José Blanco, y su colega de Sanidad, Leire Pajín; la incombustible alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, y, detrás, una caterva de cargos de segunda línea enfundados en sus abrigos invernales y poniéndole sonrisas a la helada. Todos muy contentos de tener ya a Valencia, lo mismo que Cuenca y Albacete, en el mapa de la alta velocidad en el que España, pobre, con millones de desempleados, y amenazas constantes de los mercados, se ha convertido al parecer en el primer país de Europa y el segundo del Mundo, después de China.

El AVE, nuestro gran lujo, ha logrado una foto que ni siquiera el aniversario de la Constitución logra. Juntos y sin pelearse los grandes adversarios en la disputa del poder. No parece que a ninguno le haya hecho daño el enfoque de la cámara y, si por casualidad alguno se ha visto damnificado, pues… que se aguante, ¡coño!, que no les pagamos sólo para verles a la greña.

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