Opinión

Anna Chapman

La KGB no se destruye, sólo se transforma. Por eso las Juventudes del partido de Putin han “fichado” a Anna Chapman que es cualquier cosa menos una espía discreta. Chapman es bastante guapa, tanto como para no pasar desapercibida, pero no sirve para espía porque si le pones un sombrero y una gabardina parece un anuncio de la temporada de otoño de “El Corte Inglés”.

Además, esta joven formó parte del contingente de espías que canjearon Estados Unidos y Rusia en julio. Entonces su rostro se hizo famoso y ahora lo es aún más. Y, lejos de abandonar la causa del espionaje se empeña en seguir en el sindicato de los discretos a las órdenes de Putin, un personaje tan singular como peligroso.

No tardaremos mucho en ver a Chapman presentando un libro de memorias en el que narre su paso por Estados Unidos. Esta pelirroja de talle largo es la constatación de que la Revolución de Octubre no se ha terminado de cerrar todavía. Tiene aspecto de pija de Moscú pero ideas ancladas en la antigua Unión Soviética, sólo le hace falta ser experta en artes marciales para resultar letalmente hermosa.

Putin puede presumir de tener de nuevo el botón rojo, y ese no es otro que el número de teléfono de Chapman que debe de ser el secreto mejor guardado de Rusia desde que los zares pescaban carpas en palacio. De momento no sabe cuáles son sus funciones en la Guardia Joven, quizá porque no las tenga, o tal vez porque serán las que ella quiere. “Porque yo lo valgo”.

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