Opinión

Sol

A un sistema se le planta más cara con una carpa y dos cartones en el suelo que con cien enmiendas a la totalidad. En el PP y en el PSOE se miran unos a otros preguntándose quién agita a los que acampan en Sol, pero esta vez se les ha ido de las manos la situación que no controlan. Los que acampan son los que nunca irán a sus mítines, los que no comparten las indecencias y prebendas, los que puede que pequen de ingenuos pero no quieren seguir pecando de idiotas.

La acampada de Sol tiene la fuerza de lo improvisado y la continuidad de aquello que no tiene guión. Puede que el campamento se desmantele, o se traslade, pero estos ciudadanos indignados están hasta el gorro de las tropelías cometidas en coche oficial, en sede parlamentaria, o en componenda con la banca.

Ellos, los políticos, hasta el momento pensaban que el personal se iba a contentar con un intercambio de ciclos, pero el problema no es quién ocupa la silla si no la silla misma que tiene carcoma en las patas. Podrán decir que es una reivindicación de «perrosflauta», o descalificar el movimiento por tenerlo como el brazo callejero de la izquierda más radical, pero esto no lo paran con las urnas del domingo porque tiene pinta de ir más allá.

No busquen la heroicidad de mayo de 1808, ni la resistencia entre adoquines del Madrid republicano. Es otra cosa, de momento una protesta que no se disuelve con agua. Y el CNI a por uvas porque no sabía nada de nada.

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