Si The Economist, el semanario británico al que muchos consideran la biblia del capitalismo, acierta en sus últimos análisis muchas compañías mundiales estarían sentadas sobre un confortable colchón de dinero en efectivo que no invierten sólo por miedo.
Por el terror de que la recuperación económica no se consolide o, lo que es aún peor, que la sombra del fantasma de un crash en los derivados financieros sobre deuda griega, desencadene un nuevo episodio dramático de la gran crisis bancaria mundial que aún impide al mundo salir a flote.
Ni invierten, ni contratan por eso, aseguran los expertos de The Economist que consideran, por lo tanto, que podrían hacerlo y empezar a resolver el gran problema del paro de inmediato si esos temores no estuvieran ahí.
El problema son los políticos, según esta versión, que, por cierto, difiere muy poco de otras a la hora de buscar culpables. Y tampoco se diferencia demasiado de la tendencia recurrente a señalar los problemas sin aportar soluciones que puedan ponerse en práctica.
