Mi jefe dice...

Una broma de mal gusto

Le he contado a mi jefe que algunas de nuestras fuentes, las que se mueven en el entorno de los tiburones financieros y esas cosas, han recibido con júbilo la noticia de que José Luis Rodríguez Zapatero quiere limitar el gasto público a través de la Constitución. También le he contado que cuando el mandatario ha aclarado que aspiraba a ver esta declaración de intenciones sobre el papel entre el año 2018 y el 2020, estas mismas fuentes se han echado a reír, alguno reconociendo que visto lo visto todo este asunto le parecía una broma. Una broma de mal gusto, además.

Y de mal gusto sí parece ser porque mi jefe me ha recordado que la limitación del déficit en las constituciones sólo se les ha ocurrido, en el marco de la zona del euro, a los alemanes (en EEUU existe pero de forma difusa y, además, no la cumple casi nadie). Por cierto que ellos -los alemanes- fueron los que junto a los franceses se saltaron las recomendaciones de déficit de Bruselas en el año 2006. Pero la medida, lejos de la buena prensa que pudiera recibir en ciertos medios financieros, consiste en establecer unas limitaciones a la soberanía nacional que han sido exigidas por los mercados, los cuales cada día actúan más como si formasen la élite política de cualquier dictadura. Ordenan y, si no se les obedece, pues reprimen (a su manera, claro).

Resulta curioso para mi jefe además que parte de este entramado financiero que exige y castiga a su antojo esté formado por bancos -algunos británicos y algunos alemanes- que han sido rescatados con dinero público. ¿Con qué derecho se creen unos pésimos gestores para dar lecciones de gobernancia a los Estados que les han tenido que salvar las castañas del fuego? ¿Y con qué derecho se creen los políticos para gobernar según lo que les digan los financieros ignorando así a los ciudadanos, a los que se supone que representan?

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