Mi jefe dice...

Hay que revisar las autonomías

A mi jefe algunas de las últimas propuestas anunciadas por el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, le han parecido interesantes. El líder conservador le dijo recientemente a sus ciudadanos que, entre otras cosas, había que fusionar ciertos ayuntamientos para eliminar costes y cosas así. Reformas territoriales, a fin de cuentas, que no se han amparado en ideologías sino en conceptos vinculados al pragmatismo y a la economía.

Trasladando el debate a España, mi jefe asegura que la crisis económica ha destapado las carencias del modelo autonómico español. Y por lo tanto, este debe ser objeto de una profunda reflexión. Ojo, advierte mi jefe. No hay que hablar mal de las autonomías, de cómo han funcionado y de su importancia en la historia reciente de España, pues es cierto que han aportado muchas cosas y la mayoría de ellas positivas. Pero el sistema, ahora, debe evolucionar.

La pregunta es: ¿hacia dónde? Mi jefe lo tiene bastante claro y defiende la aceptación del denostado modelo federal que ya se ha aplicado a España en algún que otro momento. Siguiendo la estela de Berlusconi (y sin que sirva de precedente) el asunto no debe ligarse a postura ideológica alguna. Simplemente es que, según mi jefe, es lo más razonable ya que de este modo, y aunque suene paradójico, se lograría una mayor cohesión territorial en el largo plazo que daría menos quebraderos de cabeza a la ciudadanía. Y si no se puede llamar sistema federal por el componente ideológico que encierra el término en esta patria santa y sacra, pues que lo llamen como quieran; pero que se pongan a trabajar en ello de una vez.

No es tan complicado. Todo consiste en definir con claridad los derechos y las obligaciones de cada territorio. Esto es, trazar un esquema tributario. En otras palabras todavía más sencillas: introducir un principio de corresponsabilidad fiscal en los territorios. Cuestiones que, en periodos de vacas flacas, nadie debería temer abordar pues pocos tienen algo que perder en este debate. Aunque, con la clase política, nunca se sabe.

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