Opinión

La Gioconda perdida en el Museo del Prado

En el Museo del Prado no saben lo que tienen. Uno de estos días alguien descubrió una réplica coetánea nada menos que de “Gioconda” lo cual se ha convertido en el acontecimiento artístico más importante de los últimos tiempos. No es el original, por supuesto, pero sí una copia que por su calidad y antigüedad tiene un valor incalculable. La pintó Francesco Melzi, quizás el discípulo más conocido de Leonardo al mismo tiempo que el maestro ejecutaba su obra más universal.

Es una buena noticia que aún concederá más relevancia a la primera pinacoteca madrileña. Lo que no se entiende, en medio de tanta alegría de los responsables del Museo del Prado es cómo una obra así permaneció en el olvido y la ignorancia durante tantas decenas de años. Se asegura que es que estaba recubierta de una capa de pintura negra que sólo al retirarla dejó entrever lo se ocultaba en el fondo. ¿Quién habrá sido el insensato que osó poner sus pecadores pinceles sobre semejante tesoro?

Pero volviendo al Museo y a sus bodegas sorprende que guarde cuadros a los que nadie parece prestarles la menor atención. ¿Cuántos, cuáles, de qué autores?, cabe preguntar. ¿No están debidamente inventariados todos los fondos? ¿No son revisados de vez en cuando para evitar su deterioro? Y, lo más importante, ¿no se sacan a la luz para que puedan ser admirados, si es que son acreedores a ser admirados, que no siempre es el caso. Debe de ser muy triste para sus autores que sus obras acaben en la oscuridad de un sótano.

Una réplica de la “Gioconda”, que se asegura procede de los fondos del antiguo Alcázar, cuesta imaginar que se haya pasado siglos olvidada y vetada a la contemplación de los aficionados. Su descubrimiento deja latente otra cuestión: “¿Hay entre tantos cuadros recluidos a la condición de almacén artístico sin galería alguno o algunos más dignos de ser rescatados de la reclusión a que están condenados?

Más información