Opinión

Obama versus José Antonio

El Ayuntamiento de Náquera, en la provincia de Valencia, prepara una decisión importante. Cumplirá la Ley de Memoria Histórica a rajatabla, cambiará nombres de calles y plazas, prescindirá de escudos franquistas, y se pondrá a bien con los principios democráticos. Para empezar, sustituirá el nombre de la avenida principal, en vez de José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange, pasará a llamarse Barack Obama, presidente de los Estados Unidos.

Es la mejor forma que se le ha ocurrido al alcalde, Ricardo Arnal, para contentar a todos, o quizás mejor, para enojar a los menos posibles sin cometer desacato. ¿Qué tienen que ver José Antonio y Obama? Pues nada, que se sepa. Pero el alcalde lo ve de otra forma. El nombre de Obama «es una buena alternativa ya que representa el multiculturalismo, la lucha contra el racismo y la esperanza». Nada que objetar. Quizás sea pronto, eso sí, para empezar a ponerle calles a un político en activo y en el poder, como es el presidente de los Estados Unidos, pero en fin, la anticipación no parece grave.

Peor es el presente, en que un político de ideas fascistas como José Antonio, continúa siendo homenajeado con una calle en tiempos de democracia. El alcalde entiende, además, que el cambio servirá de punto de partida para otros que también impone la Ley de Memoria Histórica. Lo más sorprendente, gratamente sorprendente me apresuraría a añadir, es la filiación política del señor Arnal y de la mayoría municipal que le respalda.

Contra lo que pudiera parecer por sus proyectos, no es ni izquierdista ni socialista: pertenece al Partido Popular, el mismo que en otros lugares tanto se resiste a retirar símbolos franquistas de sus ciudades y pueblos, lo cual demuestra que las leyes son para que las cumplan todos, incluidos los que no las votan en el Congreso, y que la libertad y la práctica democrática no son exclusivas de nadie ni tienen por qué ser incompatibles con quienes tienen ideas conservadoras.

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