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Algún día lo sabremos

La aparición de Oliver Wyman en el drama de la crisis financiera española, esos expertos internacionales en en el análisis y la valoración de los balances bancarios, a quienes el Gobierno y el Banco de España han encargado diagnosticar la situación de las instituciones de depósito de este país parece tener una justificación reconocible en el hecho de que el anterior equipo directivo del supervisor bancario español fue objeto de una larga y potente campaña de desprestigio realizada por el PP.

El partido de Rajoy llevo a cabo esta estrategia tanto desde la oposición primero, como desde el Gobierno después. Y logro minar en todos los ámbitos, nacionales e internacionales, la credibilidad de las cifras de una equipo técnico que, poco ante, era puesto como ejemplo de rigor en todo el mundo.

No es que Miguel Angel Fernández Ordóñez y sus hombres hubieran dejado de hacer méritos para ser objeto de semejante campaña, pero un partido que aspira a gobernar un país y cree en la democracia debe ser mucho más respetuoso con las instituciones de lo que ha sido el PP.

En cualquier caso de esa ensalada de polísiglas europeas que empieza a ser habitual en estos asuntos (BCE, MEDE, FEF, ABA, FMI…etc.) y de los campamentos de Angela Merkel y sus legiones surgió la decisión de que debían ser unos terceros, provenientes del sector privado y, por lo tanto, sin estar sometidos a ningún control público, realizaran el diagnóstico de la situación real de los bancos españoles en un periodo relámpago de sólo tres meses.

En los próximos años, cuando las siguientes generaciones tengan noticia de este sucedido probablemente pensarán que se trata de una broma o quizá que una peligrosa neurosis colectiva de apoderó en algún momento de los cerebros de la población y los líderes de los grandes países del Viejo Continente. No podrá entenderse de otra forma la adopción de una estrategia para diagnosticar la dimensión de los bancos españoles que, de repente, parecen haberse convertido en el mayor, y casi único, problema económico que tienen los países del sur de Europa.

En cualquier caso, el día 28 de septiembre, los técnicos de Oliver Wyman emitían un dictamen que va a provocar mucha literatura financiera. Y muy diversa. Y aunque no nos consta que el ejército de los analistas y consultores vayan a terminar erigiendo un monumento por subscripción popular a este ambiguo dictamen, quizá lo hagan.

Sobre todo porque, y el tiempo lo dirá, se lo va a merecer, ya que las líneas de este texto dan lugar múltiples interpretaciones y ahí es donde los consultores y demás profesionales del sector del auxilio empresarial encuentran el mejor caldo de cultivo posible para encontrar contratos.

Dicho esto, surgen además algunas sorpresas en los mecanismos de valoración que se han utilizado para evaluar la salud de algunas entidades medianas y pequeña, los criterios no están claros y se ven algunos resultados sorprendentes que se dirían menos asépticos y neutrales de lo prometido, incluso nutridos de una inesperada intencionalidad política que les beneficia poco. Es una pena, pero, lo ciertos es que con el método elegido para realizar esta revisión de la tripas del sistema financiero español, no podía ser de otra manera.

De todas maneras, lo que aún está pendiente es que alguien explique con todo detalle y quizá en sede parlamentaria, por qué es necesario destinar estas ingentes cantidades de dinero al salvamento de unas entidades financieras cuya viabilidad quizá no este asegurada. ¿De verdad esa es la única solución aunque suponga gastarse un 10% del PIB español? ¿No habría otras opciones como la liquidaciones ordenadas o la venta por troceo?

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