Opinión

Artur Mas, de aurora boreal

Lo de Artur Mas es de aurora boreal. Todos los días se supera. Hace unas semanas se empeñó en convocar elecciones anticipadas en Cataluña. No hacían falta, no había razones, pero se ve que el poder que ostentaba le resultaba exiguo y quería obtener más. Para ello se apuntó a la independencia pero sin manifestarlo. Mintió durante toda la campaña sin pudor, intentó engañar por omisión al electorado, jugó a estimular las pasiones que obnubilan la mente a algunas personas…

Y fracasó, fracasó en toda regla con un batacazo histórico. No sólo no mejoró los resultados y fortaleció su apoyo parlamentario si no que perdió la caterva de votos, a pesar de que la afluencia a las urnas fue mayor, y mandó al paro a un montón de diputados de su candidatura que se quedaron sin escaño. Un desastre, ya digo, de esos que sonrojan a distancia y te obligan a pensártelo mucho antes de salir a la calle si no es con sombrero tejano, gafas oscuras, peluca y capa de tuno.

Cataluña, y cuando digo Cataluña quiero decir los catalanes, están peor ahora que antes de las elecciones anticipadas. Se han perdido unos cuantos meses en la solución de la crisis, la sensación de frustración es palpable, el Gobierno nace condenado a la deriva y la inestabilidad resulta evidente. Pero Artur Mas lejos de asumir su error, de digerir el fracaso bochornoso, sigue erre que erre queriendo hacer creer urbi et orbe que actuó brillantemente, que la anticipación de las elecciones fue una decisión sabia y oportuna y que la memoria le premiará cuando sea mayor.

Bueno, algo así parece que hacía en Papa Luna. La cabezonería es un mal frecuente sobre todo en política – quizás también en religión si recordamos al pobre Galileo — donde las equivocaciones de los que nunca se equivocan siempre encuentran disculpas positivas susceptibles de ser capitalizadas en beneficio propio por sus protagonistas. Artur Mas pasará a la historia de Cataluña, desde luego, y por más de un motivo, como es su estado catatónico de aurora boreal. Quizás se perpetúe con el apodo de El Molt Honorable President que vivió convencido de que nació para Mesías.

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