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Especular en Bolsa, a la salud de los contribuyentes…

Es sabido: hoy por hoy, el dueño de Bankia es, mayoritariamente, el Estado español. Una empresa cotizada que ha resultado ser el mejor filón encontrado por los especuladores bursátiles durante todo este año, sin que, aparentemente, nadie haya hecho nada por evitarlo.

Las últimas cifras de la espectacular historia bursátil a la que nos referimos son conocidas, pero quizá convenga recordarlas. Ayer, las acciones de este controvertido banco cerraron a 0,65 euros, tras haber experimentado una caída del 83% en una semana. Además, el último precio se sitúa un 51% por debajo de los 1,35 euros que valdrán, teóricamente, las acciones nuevas de la ampliación de capital que se entregarán el martes.

Un episodio curioso pero, desgraciadamente, nada singular, porque las cifras desmesuradas, al alza y a la baja, las evoluciones intradía con diferencias entre valores máximos y mínimos de más del 20% y otros múltiples rastros inequívocos de especulación salvaje, se han dejado ver periódicamente, y se han instalado en los comentarios de expertos y aficionados, por igual, desde hace meses.

Cierto que las cifras más llamativas corresponden al periodo más reciente, el tiempo en el que se han realizado esas dos operaciones, un ‘contrasplit’ y una ‘ampliación de capital’, destinadas a completar el proceso de saneamiento del banco, que parecen haber sido diseñadas a mayor gloria de los operadores a corto del mercado de acciones. Profesionales que hacen su trabajo sin acritud e intentan ganar dinero y que, en este caso, se han encontrado con una coyuntura extraordinariamente favorable para lograr sus propósitos.

Hay quien ‘intuye’ que algunas de estas operaciones pudieron realizarse en una modalidad conocida como ‘naked shorts’, un término anglosajón que describe la realización de ventas sobre títulos que aún no se poseen y que la legislación española prohíbe.

En el caso de las últimas dos sesiones de cotización, en las que los precios cayeron un 51,4% y un 4,4%, respectivamente, esas sospechas se ven reforzadas por el hecho de que al existir un plazo legal de tres días laborables para liquidar las operaciones, cualquier operador que vaya a recibir títulos nuevos el próximo martes, podría haberlos vendido por adelantado con la certeza de que no tendría problemas para entregar las acciones a los compradores con los que se comprometió

Una operativa que, como hemos dicho antes, es ilegal en España. Si se permiten, en cambio, las ventas a corto, las que se realizan utilizando títulos tomados a préstamo. Pero, en ocasiones, la diferencia entre ambos formatos es casi inapreciable, porque basta con tener establecido ‘formalmente’ el contrato de cesión de acciones para estar cubierto. Con lo que las posibilidades de moverse en el límite de lo legal son muchas y las oportunidades de sacar beneficio de estos movimientos también.

Sobre todo, si nadie parece preocuparse de lo que está sucediendo, porque la factura de las pérdidas finales la va a pagar otro. Quizá, por eso, otra cuestión que ha llamado la atención de algunos observadores es la actitud adoptada en este extraño proceso por los distintos responsables ‘públicos’ de Bankia.

Estos críticos incansables afirman, sin pruebas en la mano y quizá con intenciones no del todo claras, que les da la sensación de que ha habido muchos actores con responsabilidad en el devenir bursátil de esta entidad que parecen haberse limitado a mirar hacia otro lado mientras todo sucedía. Y hasta se preguntan, si los actuales gestores del banco, que representan los intereses del Estado español, como ya hemos dicho, podrían haber tenido este mismo comportamiento, digamos neutral, ante las operaciones especulativas que se realizaban sobre la acción de la empresa en la que trabajan, si la propiedad le hubiera correspondido a un grupo de accionistas privados.

También hay quien se muestra muy poco ‘comprensivo’ con la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). Un supervisor, dicen, que como los malos policías no se habría enterado de nada hasta que las ganancias especulativas se consumaron. Con buenas o malas artes, algo que, evidentemente, no puede afirmarse ni desmentirse, mientras no se completen las investigaciones en curso y se aporten las correspondientes pruebas.

O eso piensan estos comentaristas de sobremesa madrileña, quizá no siempre bienintencionados, que destacan el hecho de que este mismo tipo de movimientos que ahora van a investigarse podrían haberse realizado unas cuantas veces más en el año, sin que nadie moviera una ceja, a tenor de la singular evolución experimentada por la cotización de Bankia. Un banco que, por ejemplo, en los días posteriores a la fijación de las condiciones del ‘contrasplit’ llegó a alcanzar valores relativos superiores a los de empresas como Apple, sin ir más lejos.

Y, aunque, esta supuesta carencia de la CNMV española podría ser común a más de un supervisor bursátil mundial en estos tiempos -sin que, evidentemente, tal posibilidad pueda servir de justificación-, hay quien considera mucho menos fácil de comprender que no se haya intervenido para parar la cotización de Bankia en los momentos en que los números indicaban que había menos acciones en circulación que títulos comprometidos en operaciones de compra y venta.

Como pasó en las últimas dos sesiones, por ejemplo, cuando Bankia llegó a negociar 33 millones de títulos, cifra que triplica su ‘free float’ y multiplica por once su media anual.

Y, mientras Bankia, parece haber proporcionado pingües ganancias a un puñado de profesionales , también había otros actores implicados en el asunto que se veían claramente perjudicados. En primer término, claro, las ‘arcas públicas’, o lo que es lo mismo todos los contribuyentes cuyo dinero ha tenido que usarse para reflotar a la entidad de crédito y en segundo los accionistas y tenedores de preferentes de esta compañía.

Unos inversores de ‘deuda junior’, muchos de los cuáles lo eran sin saberlo, que acumulan depreciación tras depreciación. Para empezar la quita del 48% en el valor nominal impuesta por Bruselas, luego, en el caso de esa mayoría que ha tenido que ir al canje, ese desfase del 51% entre el último precio de cierre y el valor teórico de los títulos que va a recibir. La combinación de ambos guarismos da un total aproximado del 70%. Un negocio perfecto, desde luego.

Tanto que muchos analistas tienen serias dudas de que en el futuro, al menos a medio plazo, Bankia vaya a encontrar financiadores dispuestos a adquirir títulos de renta fija de estas características, muchas veces indispensables para completar la capitalización de un banco, con los peligrosos precedentes establecidos. Aunque, este último extremo, sólo podrá comprobarse con el tiempo.

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