Opinión

Campamentos para opositores

Diego Carcedo, periodista

Ganar una oposición en los tiempos que corren se ha vuelto casi imposible, pero más difícil incluso que ganarlas está resultando organizarlas. Primero, porque no hay presupuesto para convocarlas según se van produciendo vacantes, segundo porque no hay capacidad ni humana ni informática para procesarlas, y tercero, lo más difícil aunque resulte extraño, porque es imposible encontrar un lugar para celebrar las pruebas.

Después de dos años sin cubrir vacantes, el Gobierno de Madrid convocó 350 puestos de maestro de enseñanza primaria en diferentes variedades y se presentaron 11.600 aspirantes, es decir, 33 profesores en el paro por plaza. Toda una manifestación, igual o incluso peor que lo ocurrido unas semanas atrás con otra oferta laboral para puestos en el museo del Prado.

Había once plazas y se inscribieron 18.524 personas. Nadie sabe cómo se puede escoger a los 11 más adecuados con plena justicia entre 18.524. Y más cuando las clásicas recomendaciones ya no sirven, entre otras razones porque las plazas son tan escasas que seguramente también el número de aspirantes con enchufes las multiplica. Se trata más bien de una suerte que se reparte de manera misteriosa, porque, ¿cómo van a procesarlas con ecuanimidad?

Tan difícil seguramente como leer tantos miles de exámenes y evaluar sus méritos. La capacidad profesional y humana de los tribunales no debe dar para tanto. Ni tampoco la de los promotores para encontrar un lugar donde concentrar a tantos candidatos. Quizás en una ciudad como Madrid sería bueno ir pensando en la improvisación de un opositómetro con capacidad ilimitada. Para evitar las concentraciones del tráfico, mejor además por las afueras.

Y, como los presupuestos no están para nuevas inversiones, porque se lo han llevado todo las obras de soterramiento de la M 30 y de acondicionamiento del faraónico Ayuntamiento de Cibeles, pues al aire libre, en plan campamental, si acaso con letrinas para que los opositores puedan aliviar sus nervios.

Un opositómetro al raso además tendría otras ventajas porque el frío del invierno y el calor del verano podrían contribuir a aligerar las listas gigantescas, eliminando a algunos aspirantes no por la evaluación de sus exámenes si no por las fórmulas más expeditivas de los efectos de la congelación o de la insolación. Lamento apuntar ideas de inspiración nazi, pero, son humanas aclaro oposiciones así, ¿su planteamiento no parte de tener que eliminar a destajo por millares?

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