Detrás de la cortina

Aguirre ‘pone de los nervios’ al PP madrileño

Rafael Alba, periodista

La cuenta suiza de Francisco Granados ‘reanima’ el activismo de los militantes más críticos con Esperanza Aguirre. Van ya tres alcaldes y tres exconsejeros con cuenta en Suiza. Y eso que sólo son cinco los militantes destacados del PP madrileño de los que se sabe, por ahora, que tenían un dinerillo guardado en el país helvético. Pero uno de ellos, Francisco Granados, consiguió ser las dos cosas en distintos momentos de su carrera política. Y todos formaron parte de la aristocracia de este partido en la época de máximo esplendor del reinado de Esperanza Aguirre.

Un grupo, del que quizá todavía nos falte conocer a algún otro componente, que según parece, se las apañaba bastante bien para conseguir ‘sobresueldos’ con los que completar los escasos emolumentos que obtenían por su trabajo como servidores públicos. Y, a pesar de que al menos dos de ellos, el mencionado Granados y Alberto López Viejo formaron parte del círculo de poder más cercano a la antigua presidenta, ella nunca estuvo al corriente de las actividades paralelas de su ‘gente’. O eso dice.

De modo que la jefa no ‘sabia’ a qué se dedicaban sus subordinados, ni se siente, en absoluto responsable de haberlos nombrado y distinguido con honores. De hecho, hasta reivindica su mano firme para haberlos destituido o apartado de la primera línea, cuando la sombra de la sospecha se empezó a cernir sobre ellos.

Y, mientras tanto, Aguirre sigue sin explicar porque decidió presentarse a unas elecciones, las últimas autonómicas, para abandonar el cargo sólo un año después de ganarlas. O, en su defecto, cuáles fueron los verdaderos motivos de su espantada. Debió tenerlos. Y serían de peso. Porque si no fuera así le habría tomado el pelo a esos votantes a los que tanto quiere, según dice.

Lo cierto es que Aguirre se marchó sin completar su compromiso con los madrileños que votaron por ella y lo hizo, además, sin irse del todo, en realidad, porque sigue al frente de la organización del partido en Madrid, desde donde quiere condicionarlo todo, pero sin correr el riesgo de ser la responsable última de las decisiones de Gobierno.

Esas quedan para quien fuera su ‘delfín’ Ignacio González que cuenta como fracasos todos los proyectos políticos que ha intentado sacar adelante desde que sustituyó a su mentora. Incluidas sus dos propuestas estrella: la privatización sanitaria y Eurovegas. Y que, si las encuestas aciertan, va a perder sí o sí la mayoría absoluta que ha tenido el PP en esta comunidad durante muchos años si es, finalmente, el candidato de su partido a la presidencia. Lo que quizá no suceda.

El desbarajuste es tan grande, porque habría que añadir también el ‘papelón’ realizado por Ana Botella y su equipo en la Alcaldía, que ha empezado a suceder algo que hace sólo un par de meses parecía imposible: los críticos con la ‘líderesa’ se han rearmado en el PP. Y no son sólo los restos del gallardonismo derrotado, ni los representantes de las sensibilidades moderadas, ni los ‘submarinos’ de Génova.

Y, según algunas voces conocedoras de las ‘sensibilidades’ de la militancia ‘pepera’ en la capital de España, la división empieza a atisbarse en el mismo epicentro del ‘aguirrismo’ y, dentro de poco, este movimiento nutrido por el descontento podría tener un líder con nombre, apellidos y hasta constituirse en una alternativa, más o menos, seria.

Al parecer, según se cuenta en alguna cafetería del Barrio de Salamanca, habría muchos antiguos leales de Aguirre que hasta ahora, esperaban que ella volviera a dar un paso al frente y, por lo menos, arreglara lo que estropeó. Y también muchos otros que se habrían cansado de esa actitud de la antigua ‘líderesa’ de ‘estar sin estar’ que convierte a esta maestra en nadar y guardar la ropa en una ‘presencia-ausencia’, casi espectral, a la que hay tener en cuenta siempre.

Y, finalmente, también habría un pequeño grupo que parece opinar, que la única solución que le queda al PP, si el partido quiere volver a pintar algo en Madrid a medio plazo, es enterrar definitivamente la época de Aguirre y sus satélites. Y que para hacerlo no habría más remedio que desalojar de la primera línea a la propia expresidenta y los políticos que más se significaron junto a ella en los tiempos gloriosos. Que a lo mejor ahora resulta que no lo fueron tanto

Por supuesto, uno de los que tendrían que marcharse sería Ignacio González. Verdadero hombre clave en esta historia, que tiene asuntos sin resolver en los juzgados. Cuestiones que si se resolvieran contra sus intereses se constituirían en la espoleta de una devastadora explosión final de la que ni la propia Aguirre, experta superviviente, podría salir indemne.

Pero el partido sólo acaba de comenzar. Y quienes tienen que jugarlo saben también que quedan algunas fechas importantes en el horizonte. Y deben ser consideradas al analizar estos ejercicios vacíos de política ficción que la militancia ‘pepera’ más diletante realiza en tono conspiratorio.

En junio, el juez Pablo Ruz, el hombre al frente de la instrucción del ‘caso Gurtel’ podría tener que abandonar su puesto en la Audiencia Nacional, porque vuelve a terminar la ampliación del plazo de su comisión de servicio. Y el futuro del PP madrileño puede ser muy distinto si Ruz vuelve a su plaza en el juzgado de Móstoles o si sigue instruyendo los asuntos que llevaba Baltasar Garzón.

Y eso se sabrá después de que el resultado de las elecciones europeas, clarifique en las urnas si la catástrofe que predicen la encuestas se hace o no realidad. Ya se sabe que estos comicios son sólo un ‘test’, un partido de entrenamiento que abre la pretemporada. Pero después tocará hacer las listas para los comicios locales. Y ahí sí empezará un juego verdaderamente duro cuyo resultado, a día de hoy, parece, cuando menos incierto.

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