Cambio climático

El año de la ciclogénesis

Diego Carcedo, periodista

Lejos de simplificar, ahora al viento fuerte, a las ráfagas que están destrozando al país, los expertos le llaman ciclogénesis explosiva. Nadie con buena memoria recuerda un tiempo tan ventoso como el que estamos viviendo en casi toda España. ¿Será el cambio climático que los científicos tanto propalan? Habrá que preguntarle al primo de Mariano Rajoy, que discrepaba y aportaba argumentos a su pariente para quedarse cruzado de brazos. Los que manejan las tesis del cambio anticipan que cada vez hará menos frío, mejor dicho, que ya está haciendo menos frío, aunque el termómetro y el gasto en calefacción, quizás para que el primo de Rajoy no quede mal, no lo corroboren.

Pero del viento no dicen nada. Lo único que se ha hecho en torno al viento es cambiarle el nombre. Lejos de simplificar, ahora al viento fuerte, a las ráfagas que están destrozando al país, los expertos le llaman ciclogénesis explosiva. Un incordio, vamos tener que aprenderse tan engorrosa expresión; cuesta aprenderlo y el corrector del ordenador lo subraya en rojo, lo cual siempre molesta, inquieta e invita a hojear el diccionario de la RAE, donde no aparece; por lo menos en la edición que tengo a mano.

Sin embargo el vendaval anda por ahí, lo oigo zumbar con furia en la ventana mientras escribo; observo como se bambolean los árboles del jardín y me asalta el estruendo de una farola estrellándose contra la acera. Con todo, por la Meseta parece que la ciclogénesis de los coj…, bueno de lo que sea, no es tan catastrófica como en el Norte donde ya ha causado destrozos multimillonarios que va a costar Dios, y la ayuda que el Gobierno no proporcionará,

A falta de otros aspectos más positivos y saludables, 2014 está empezando a ser el año del viento. ¿Por qué sopla tanto, coño? ¿Qué habrá hecho el hombre blanco por ahí afuera para provocar la ira de los espíritus de esta manera? Excluidas algunas comarcas más proclives, España no era un país tradicionalmente ventoso. Es más, ventosa era una de las pocas tradiciones nefastas que no teníamos. O sea, que de lastre seguimos enriqueciéndonos. La ciclogénesis es nueva en nuestras vidas, la condición explosiva, en cambio, no, ya la teníamos en nuestro ADN colectivo.

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