En los últimos ocho meses los principales índices de la renta variable estadounidense han experimentado unos avances espectaculares. En paralelo, el dólar estadounidense se ha depreciado en proporciones parecidas y muy inusuales (-15%).
Los analistas no han pasado por alto la relación entre ambos procesos y han encontrado una explicación. Gracias a que los tipos de interés en EEUU se encuentran muy cerca de cero, para los grandes inversores institucionales resulta muy sencillo endeudarse en dólares y buscar el pico de rentabilidad que necesitan colocando este dinero en la renta variable.
Una vez más, los expertos más pesimistas parecen dispuestos a amargar el festival que se ha desencadenado en las bolsas estadounidenses desde que despegaron la pasada primavera tras marcar en marzo sus mínimos anuales.
La operativa de utilizar fondos prestados a bajo tipo de interés para invertir en activos de mayor rentabilidad tiene peligrosos parecidos con el mecanismo de los ‘carry trades’ en el mercado de divisas japonés que precedieron al último colapso financiero.
A los agoreros no les basta con decir que buena parte de la renovada ‘exuberancia irracional de los mercados’, que diría el ex presidente de la FED Alan Greenspan, tiene que ver con el uso de derivados sobre la deuda pública, tampoco con advertir de una nueva explosión de la crisis si no se produce un rápido ajuste de los precios de los activos que propicie un vertiginoso retorno a la normalidad. Sobre todo si esta estrategia de pedir dinero prestado para invertir en Bolsa se generaliza y llega a las clases medias que parecen dispuestas a volver a la Bolsa por la vía de los fondos de inversión.
Los profetas del desastre. Ahora, además creen que la trampa del apalancamiento en divisa estadounidense, de la que hablábamos antes, puede provocar la temida recaída por el precipicio que anticipan quienes aseguran que antes de que llegue el último tramo de la crisis viviremos una estrepitosa recaída.
